Final De Los Tiempos

viernes, 9 de diciembre de 2011

Homilía Dominical 11 diciembre 2011

Homilía Dominical
11 diciembre 2011
por José Martínez de Toda, S.J.

Especialmente para radio
“Yo soy la voz del que grita en el desierto” (Jn 1, 6-8. 19-28)

Moderador: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy gira alrededor de la figura del Precursor de Jesús, ‘la voz del que grita en el desierto’ y ‘el testigo de la luz’. ¿Quién será? Escuchémoslo.


Lectura del santo evangelio según San Juan
(1, 6-8, 19-28)
NARRADOR: Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
Los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:
JUDÍOS : ¿Tú quién eres?
JUAN:  Yo no soy el Mesías.
JUDÍOS:  Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?
JUAN:  No lo soy.
JUDÍOS:  ¿Eres tú el profeta?
JUAN:  No.
JUDÍOS:  ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?
JUAN: Yo soy "la voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor" (como dijo el profeta Isaías).
NARRADOR: Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
JUDÍOS:  Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?
JUAN:  Yo bautizo con agua; en medio de ustedes hay uno que no conocen, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.
NARRADOR: Esto pasaba en Betábara, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.



Pregunta 1  En el Evangelio, que acabamos de escuchar, se plantea la identidad de Juan el Bautista. ¿Será el Mesías?
Juan era un predicador al aire libre, metía mucho ruido, atraía a mucha gente, bautizaba en el río Jordán, tenía sus seguidores y esto preocupaba a las autoridades.
Juan criticaba el poder dominante de los romanos y de Herodes. Más adelante, Herodes lo meterá en la cárcel y le cortará la cabeza.
A las autoridades religiosas tampoco les gustaba su insistencia en pedir perdón por los pecados y en su Bautismo. Por eso le enviaron un grupo de personas para hacerle algunas preguntas insidiosas. Le preguntaron:
- ¿Quién eres tú?
Primero les dice lo que no es. Dice: “No soy el Mesías ni Elías ni el profeta que todos esperaban”.
Pero después les dice lo que es:
- "Yo soy la voz del que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor" (como dijo el profeta Isaías). Juan es como el despertador que anuncia la luz del nuevo día, y al Señor de todos los días.
Es como un espejo, que puede iluminar agujeros profundos y hendiduras oscuras. Puede reflejar la luz en esos lugares inaccesibles. No es la luz ni la fuente de la luz. Pero puede hacer brillar la luz en la oscuridad, si la refleja.
Juan es como este espejo: reflejo de la luz de Cristo. ¿Nosotros reflejamos la luz de Cristo?
Esto lo resume muy bien el evangelio, cuando dice de él al principio, que es el testigo de la luz, es decir, de Jesús.


Pregunta 2  ¿Qué es ser testigo de la luz, es decir, de Jesús?
Juan el Bautista es ese testigo humilde, que no se da importancia.
Juan puede reflejar la luz de Cristo en los corazones de los hombres, puede contagiar luz y vida, y cambiar algunas cosas en sus vidas. Ése es el testigo.
El testigo nos revela que algo sabe de Dios y del amor, algo sabe de la «fuente» y de cómo se calma la sed de felicidad que hay en el ser humano.
Dios ilumina su vida. Se ve en su manera de vivir y de creer.
No habla mucho, pero es una voz. Comunica lo que a él le hace vivir. No dice cosas sobre Dios, pero contagia «algo». No enseña doctrina religiosa, pero invita a creer.
La vida del testigo atrae y despierta interés. Contagia confianza en Dios, libera de miedos. Abre siempre caminos. Es como el Bautista, «allana el camino al Señor».
La vida está llena de pequeños testigos. Son creyentes sencillos, humildes, conocidos sólo en su entorno. Personas entrañablemente buenas. Viven desde la verdad y el amor. Ellos nos «allanan el camino» hacia Dios. (Pagola).



Pregunta 3  El Bautista dice que Jesús está en medio de nosotros, pero que no lo conocemos. ¿Qué significa eso? ¿Se conoce a Jesús?
A Jesús se le conoce poco. Se le conoce de una manera superficial. Para muchos es un perfecto desconocido.
Hay «hombres adultos y razonablemente instruidos» cuya ignorancia e indocumentación sobre Jesús es casi total. No sabrían decir qué relación puede haber entre Jesús y la realidad que viven día tras día. No lo consideran como un inspirador de sus vidas.
Si el Bautista estuviera hoy aquí, repetiría lo mismo de su tiempo:
"En medio de ustedes hay uno a quien no conocen".
Porque Jesús es interrogante, desafío, interpelación y promesa para el hombre de todos los tiempos.
Pregunta 4  ¿Se necesitan hoy testigos de Jesús?
“Hoy la gente no busca maestros, sino testigos”, dijo Paulo VI.
"A nuestra Iglesia le sobran documentos y le faltan testigos".
Tradicionalmente nos hemos preocupado por "transmitir" la fe. Y eso está muy bien. Los padres enseñaban a los hijos, los profesores de religión a sus alumnos, los catequistas a los catequizandos, los sacerdotes a los seglares. No han faltado palabras.
Ciertamente es necesario cuidar con fidelidad el mensaje del Señor, la teología.
Pero, tal vez, ha faltado testimonio, comunicación de experiencia, contagio de algo vivido de manera honda y entrañable.
Nuestro mayor problema no es guardar el depósito de la fe, sino vivir esa fe depositada en nosotros.
También es necesario denunciar las injusticias. Pero, con frecuencia, junto a las palabras, han faltado testigos cuya vida arrastre a las gentes.
Lo primero que nos falta para que surjan testigos vivos es la "experiencia de Dios", la oración. Necesitamos reforzar la espiritualidad en la Iglesia actual. Debemos ser ‘contemplativos en la acción’, como nos recomienda la espiritualidad ignaciana.
<Nos desborda el activismo… Hablamos y escribimos de Dios, pero no sabemos experimentar su poder liberador y su gracia viva en nosotros.
Pocas veces vivimos la acogida de Dios desde el fondo de nosotros mismos y, por tanto, pocas veces llegamos con nuestra palabra creyente al fondo de los demás.> (Pagola)
Las comunidades se reúnen, rezan, cantan, pero salen de las iglesias "sin conocer al que está en medio de ellos". Sólo la acogida interior al Espíritu puede reanimar nuestras vidas y generar entre nosotros "testigos del Dios vivo".



Pregunta 5  ¿Cómo celebrar la Navidad?
Lo principal es celebrarla como personas de profunda fe que queremos conocer más a Jesús, que estamos decididos a ser mejores testigos suyos. A esto deberían estar orientados los adornos y festejos navideños. He aquí algunos criterios para su uso:
- Poner sobre todo lo que tenga una base histórica en los evangelios: el Niño, María y José, los pastores, los ángeles, la estrella, los Reyes Magos, etc. Que no falte el Niño Jesús en la sala.
- Que los niños hagan un Nacimiento en la casa.
- Tener la Corona de Adviento para los cuatro domingos.
- Lo más importante para los niños en la Noche Buena no puede ser “¿qué regalo tendré?”
- No conviene olvidar el tener regalos para los pobres: niños, familias necesitadas, ancianos…
- Muchos quisieran que Papá Noel y los símbolos que lo acompañan, desaparecieran por completo, pues no tienen ninguna relación con el Nacimiento de Jesús, no aparecen en los evangelios, y están sustituyendo al Niño Jesús. Además tienen el riesgo de hacer de la Navidad una fiesta del consumismo y la desigualdad. A otros les gusta, pues simbolizan para ellos la alegría y la universalidad. ¿Tú, qué piensas?
Resumen y Despedida
Les invitamos a la Eucaristía, sacramento del amor. Es el momento de estar con Jesús, con alguien que ‘está en medio de nosotros, pero no lo conocemos. Es la oportunidad de conocerlo más y tomar su Cuerpo en la Comunión junto con los demás hermanos.

domingo, 4 de diciembre de 2011

El adviento explicado por Benedicto XVI en 20 textos

El adviento explicado
por Benedicto XVI en 20 textos


El Adviento explicado por Benedicto XVI en 20 textos Esperanza, Alegría y preparación tema principal en los mensajes de Adviento (206- 2011) del Papa.

"Si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido", dice el Papa. En esta selección de textos de homilías pronunciadas al inicio del Adviento, habla de esperanza, de alegría y de preparación.





I domingo de adviento 2006


1) La primera antífona de esta celebración vespertina se presenta como apertura del tiempo de Adviento y resuena como antífona de todo el Año litúrgico: "Anunciad a todos los pueblos y decidles: Mirad, Dios viene, nuestro Salvador" (...). Detengámonos un momento a reflexionar: no usa el pasado -Dios ha venido- ni el futuro, -Dios vendrá-, sino el presente: "Dios viene". Como podemos comprobar, se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que se realiza siempre: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá también en el futuro. En todo momento "Dios viene".


2) El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento saludable que se repite con el paso de los días, de las semanas, de los meses: Despierta. Recuerda que Dios viene. No ayer, no mañana, sino hoy, ahora.

 
3) El único verdadero Dios, "el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob" no es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el Dios-que-viene. Es un Padre que nunca deja de pensar en nosotros y, respetando totalmente nuestra libertad, desea encontrarse con nosotros y visitarnos; quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Viene porque desea liberarnos del mal y de la muerte, de todo lo que impide nuestra verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos.


4) De una forma que sólo él conoce, la comunidad cristiana puede apresurar la venida final, ayudando a la humanidad a salir al encuentro del Señor que viene. Y lo hace ante todo, pero no sólo, con la oración.




I domingo de adviento 2007

 
5)
La esperanza cristiana está inseparablemente unida al conocimiento del rostro de Dios, el rostro que Jesús, el Hijo unigénito, nos reveló con su encarnación, con su vida terrena y su predicación, y sobre todo con su muerte y resurrección.

6) Como se puede apreciar en el Nuevo Testamento y en especial en las cartas de los Apóstoles, desde el inicio una nueva esperanza distinguió a los cristianos de las personas que vivían la religiosidad pagana. San Pablo, en su carta a los Efesios, les recuerda que, antes de abrazar la fe en Cristo, estaban «sin esperanza y sin Dios en este mundo» (Ef 2, 12). Esta expresión resulta sumamente actual para el paganismo de nuestros días: podemos referirla en particular al nihilismo contemporáneo, que corroe la esperanza en el corazón del hombre, induciéndolo a pensar que dentro de él y en torno a él reina la nada: nada antes del nacimiento y nada después de la muerte.


7) Si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido. Es como si faltara la dimensión de profundidad y todas las cosas se oscurecieran, privadas de su valor simbólico; como si no «destacaran» de la mera materialidad.

 
8) Dios conoce el corazón del hombre. Sabe que quien lo rechaza no ha conocido su verdadero rostro; por eso no cesa de llamar a nuestra puerta, como humilde peregrino en busca de acogida. El Señor concede un nuevo tiempo a la humanidad precisamente para que todos puedan llegar a conocerlo.


9) Mi esperanza, nuestra esperanza, está precedida por la espera que Dios cultiva con respecto a nosotros. Sí, Dios nos ama y precisamente por eso espera que volvamos a él, que abramos nuestro corazón a su amor, que pongamos nuestra mano en la suya y recordemos que somos sus hijos. Esta espera de Dios precede siempre a nuestra esperanza, exactamente como su amor nos abraza siempre primero.


10) Cada hombre está llamado a esperar correspondiendo a lo que Dios espera de él. Por lo demás, la experiencia nos demuestra que eso es precisamente así. ¿Qué es lo que impulsa al mundo sino la confianza que Dios tiene en el hombre? Es una confianza que se refleja en el corazón de los pequeños, de los humildes, cuando a través de las dificultades y las pruebas se esfuerzan cada día por obrar de la mejor forma posible, por realizar un bien que parece pequeño, pero que a los ojos de Dios es muy grande: en la familia, en el lugar de trabajo, en la escuela, en los diversos ámbitos de la sociedad. La esperanza está indeleblemente escrita en el corazón del hombre, porque Dios nuestro Padre es vida, y estamos hechos para la vida eterna y bienaventurada.




I domingo de adviento 2008

 
11) Todo el pueblo de Dios se pone de nuevo en camino atraído por este misterio: nuestro Dios es "el Dios que viene" y nos invita a salir a su encuentro. ¿De qué modo? Ante todo en la forma universal de la esperanza y la espera que es la oración, la cual encuentra su expresión eminente en los Salmos, palabras humanas en las que Dios mismo puso y pone continuamente la invocación de su venida en los labios y en el corazón de los creyentes.


12) "Señor, (...) ven de prisa" (v. 1). Es el grito de una persona que se siente en grave peligro, pero también es el grito de la Iglesia en medio de las múltiples asechanzas que la rodean, que amenazan su santidad, la integridad irreprensible de la que habla el apóstol san Pablo y que, en cambio, debe conservarse hasta la venida del Señor. Y en esta invocación resuena también el grito de todos los justos, de todos los que quieren resistir al mal, a las seducciones de un bienestar inicuo, de placeres que ofenden la dignidad humana y la condición de los pobres.





I domingo de adviento 2009


13) Adviento. Reflexionemos brevemente sobre el significado de esta palabra, que se puede traducir por "presencia", "llegada", "venida". En el lenguaje del mundo antiguo era un término técnico utilizado para indicar la llegada de un funcionario, la visita del rey o del emperador a una provincia. Pero podía indicar también la venida de la divinidad, que sale de su escondimiento para manifestarse con fuerza, o que se celebra presente en el culto. Los cristianos adoptaron la palabra "Adviento" para expresar su relación con Jesucristo: Jesús es el Rey, que ha entrado en esta pobre "provincia" denominada tierra para visitar a todos; invita a participar en la fiesta de su Adviento a todos los que creen en él, a todos los que creen en su presencia en la asamblea litúrgica. Con la palabra adventus se quería decir substancialmente: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no podamos verlo o tocarlo, como sucede con las realidades sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras.


14) El significado de la expresión "Adviento" comprende también el de visitatio, que simplemente quiere decir "visita"; en este caso se trata de una visita de Dios: él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí. En la vida cotidiana todos experimentamos que tenemos poco tiempo para el Señor y también poco tiempo para nosotros. Acabamos dejándonos absorber por el "hacer". ¿No es verdad que con frecuencia es precisamente la actividad lo que nos domina, la sociedad con sus múltiples intereses lo que monopoliza nuestra atención? ¿No es verdad que se dedica mucho tiempo al ocio y a todo tipo de diversiones? A veces las cosas nos "arrollan".


15) El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que estamos comenzando, nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros. ¡Cuán a menudo nos hace percibir Dios un poco de su amor! Escribir -por decirlo así- un "diario interior" de este amor sería una tarea hermosa y saludable para nuestra vida. El Adviento nos invita y nos estimula a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia, ¿no debería ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como "visita", como un modo en que él puede venir a nosotros y estar cerca de nosotros, en cualquier situación?


16) En la vida, el hombre está constantemente a la espera: cuando es niño quiere crecer; cuando es adulto busca la realización y el éxito; cuando es de edad avanzada aspira al merecido descanso. Pero llega el momento en que descubre que ha esperado demasiado poco si, fuera de la profesión o de la posición social, no le queda nada más que esperar. La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y de paz.


17) Existen maneras muy distintas de esperar. Si el tiempo no está lleno de un presente cargado de sentido, la espera puede resultar insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro es del todo incierto. En cambio, cuando el tiempo está cargado de sentido, y en cada instante percibimos algo específico y positivo, entonces la alegría de la espera hace más valioso el presente. Queridos hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente, donde ya nos alcanzan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza. De este modo, el Adviento cristiano es una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la pobreza de Belén.


18) Al venir entre nosotros, nos trajo y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación. Presente entre nosotros, nos habla de muchas maneras: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en los acontecimientos de la vida cotidiana, en toda la creación, que cambia de aspecto si detrás de ella se encuentra él o si está ofuscada por la niebla de un origen y un futuro inciertos.


19) Nosotros podemos dirigirle la palabra, presentarle los sufrimientos que nos entristecen, la impaciencia y las preguntas que brotan de nuestro corazón. Estamos seguros de que nos escucha siempre. Y si Jesús está presente, ya no existe un tiempo sin sentido y vacío. Si él está presente, podemos seguir esperando incluso cuando los demás ya no pueden asegurarnos ningún apoyo, incluso cuando el presente está lleno de dificultades.





I domingo de adviento 2010



20) Durante el tiempo de Adviento sentiremos que la Iglesia nos toma de la mano y, a imagen de María santísima, manifiesta su maternidad haciéndonos experimentar la espera gozosa de la venida del Señor, que nos abraza a todos en su amor que salva y consuela.






I domingo de adviento 2011



¡Queridos hermanos y hermanas!


Hoy iniciamos en toda la Iglesia el nuevo Año litúrgico: un nuevo camino de fe, a vivir juntos en las comunidades cristianas, pero también, como siempre, a recorrer dentro de la historia del mundo, para abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor. El Año litúrgico empieza con el Tiempo de Adviento: tiempo estupendo en el que se despierta en los corazones la espera de la vuelta de Cristo y la memoria de su primera venida, cuando se despojó de su gloria divina para asumir nuestra carne mortal.


“¡Velad!”. Este es el llamamiento de Jesús en el Evangelio de hoy. Lo dirige no sólo a sus discípulos, sino a todos: “¡Velad!” (Mt 13,37). Es una llamada saludable a recordar que la vida no tiene sólo la dimensión terrena, sino que es proyectada hacia un “más allá”, como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo. Una plantita pensante, el hombre, dotada de libertad y responsabilidad, por lo que cada uno de nosotros será llamado a rendir cuentas de cómo ha vivido, de cómo ha usado las propias capacidades: si las ha conservado para sí o las ha hecho fructificar también para el bien de los hermanos.


También Isaías, el profeta del Adviento, nos hace reflexionar hoy con una sentida oración, dirigida a Dios en nombre del pueblo. Reconoce las faltas de su gente, y en un cierto momento dice: “Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a tí; porque tu nos escondías tu rostro y nos entregabas a nuestras maldades” (Is 64,6).


¿Cómo no quedar impresionados por esta descripción? Parece reflejar ciertos panoramas del mundo postmoderno: las ciudades donde la vida se hace anónima y horizontal, donde Dios parece ausente y el hombre el único amo, como si fuera él el artífice y el director de todo: construcciones, trabajo, economía, transportes, ciencias, técnica, todo parece depender sólo del hombre. Y a veces, en este mundo que parece casi perfecto, suceden cosas chocantes, o en la naturaleza, o en la sociedad, por las que pensamos que Dios pareciera haberse retirado, que nos hubiera, por así decir, abandonado a nosotros mismos.


En realidad, el verdadero “dueño” del mundo no es el hombre, sino Dios. El Evangelio dice: “Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de la casa, si al atardecer o a media noche, al canto del gallo o al amanecer. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos” (Mc 13,35-36). El Tiempo de Adviento viene cada año a recordarnos esto para que nuestra vida reencuentre su justa orientación hacia el rostro de Dios. El rostro no de un “amo”, sino de un Padre y de un Amigo. Con la Virgen María, que nos guía en el camino del Adviento, hagamos nuestras las palabras del profeta. "Señor, tu eres nuestro padre; nosotros somos de arcilla y tu el que nos plasma, todos nosotros somos obra de tus manos” (Is 64,7).


CIUDAD DEL VATICANO, domingo 27 noviembre 2011.