Final De Los Tiempos

sábado, 12 de mayo de 2012

Mayo 13 De 2012 Celebramos El Día De La Madre.


Por Gabriel Jaime Pérez, S.J.
El Evangelio nos trae hoy el mandamiento que Jesús les dio a sus primeros discípulos durante la cena en la cual instituyó la Eucaristía. Este mandamiento, que aparece tres veces indicado explícitamente en el Evangelio de Juan (13, 34;   15, 12;   15, 17) constituye el núcleo de las enseñanzas de Jesucristo. Ahondemos en su significado, teniendo también en cuenta los demás lecturas de este domingo [Hechos de los Apóstoles , Salmo, y  1ª Juan.
1. “Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí”
El significado del mandamiento del amor -Ámense los unos a los otros como yo los he amado- nos remite ante todo a la vivencia de Dios como un Padre que nos ama infinitamente, y que a través de su Hijo nos comunica lo que es Él mismo en su propia esencia: “Dios es amor”, dice el mismo apóstol y evangelista Juan en la segunda lectura, no dando una definición -porque el Infinito no puede ser definido-, sino intentando expresar así lo que en el lenguaje humano puede describir mejor el ser de Dios que se manifiesta en su acción salvadora.
Toda la vida terrena de Jesús fue una revelación de la acción salvadora de Dios como la de un Padre amoroso, misericordioso, compasivo, bondadoso, completamente distinto de la imagen lejana y regañona que suelen presentar quienes conciben la relación del Creador con sus criaturas como la de un amo que oprime a sus esclavos. Lo que Jesús les dice a sus discípulos al emplear la contraposición entre los siervos y los amigos, implica en este sentido una elección que es iniciativa suya y no nuestra: “Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los escogí a ustedes”. Es la misma idea expresada en la segunda lectura: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo…”.
2. “No los llamo siervos… Los llamo mis amigos”
En Jesús se manifiesta la cercanía de Dios como amigo, sin exclusiones ni discriminaciones, tal como nos lo muestra la primera lectura en el relato del bautismo del capitán romano Cornelio, quien siendo de una raza y nación distintas de la judía, fue recibido por el apóstol Pedro, en nombre del mismo Jesús y del Espíritu Santo, en la primera comunidad cristiana.
Por otra parte, la explicación que en el Evangelio les da Jesús a sus apóstoles acerca de la forma en que Él se relaciona con ellos nos remite a la comunicación que se da entre los amigos: “El siervo no sabe lo que hace su amo. Yo los llamo mis amigos porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho”. En otras palabras: entre los verdaderos amigos no hay secretos, trastiendas, recovecos ni tapujos, sino una transparencia total que le permite a cada cual conocer y reconocer al otro como es. Así se nos manifiesta Dios en Jesucristo, y así espera Él que nosotros le correspondamos.
San Ignacio de Loyola escribió en sus Ejercicios Espirituales que “el amor consiste en la comunicación de las dos partes”, es decir, en dar y comunicar el uno al otro todo lo que tiene, sin reservarse nada, superando completamente cualquier forma de egoísmo. Por eso cuando Jesús llama “amigos” a sus primeros discípulos -y a través de ellos también lo hace con cada uno de nosotros-, nos está invitando a corresponder de esa manera a lo que Él nos ha entregado: ¡nada menos que su propia vida!
3. Mi mandamiento es este: que se amen unos a otros como yo los he amado…”
Nuestra respuesta a Dios que es Amor y que se nos ha manifestado personalmente en Jesucristo, consiste en amarnos unos a otros. A primera vista esto no parece lógico. Uno supondría que la respuesta al amor de Dios es amarlo a Él sobre todas las cosas, y punto. Pero resulta que, aunque Él mismo se ha revelado en Jesucristo y está cerca y hasta dentro de nosotros por su Espíritu Santo, no lo vemos, y en cambio a nuestros prójimos los tenemos a la vista constantemente. Por otra parte, ¿qué mejor muestra de amor a un padre o a una madre que amar y respetar a sus hijos e hijas? Por eso es perfectamente lógico que amarnos unos a otros como Dios mismo en la persona de Jesús nos ha mostrado que nos ama, sea la única forma válida de nuestra correspondencia al amor de Dios.
Hoy, segundo domingo del mes dedicado especialmente en la Iglesia Católica a la veneración de la Virgen María -y que coincide con el 13 de mayo, fecha en la cual la Madre de Dios se manifestó a unos humildes pastores en Fátima- , celebramos el Día de la Madre. El lenguaje bíblico emplea la imagen de la madre para expresar el amor que Dios nos tiene a sus hijos. Así lo dijo Dios mismo a través del profeta Isaías  “¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque alguna lo olvidara, yo nunca te olvidaré” (Isaías 49, 15). “Como a un hijo a quien consuela su madre, así yo los consolaré a ustedes” (Isaías 66, 13). Encomendemos a todas las madres en su día, invocando por ellas la intercesión de María Santísima, modelo de las madres y madre espiritual de todos nosotros.-

viernes, 11 de mayo de 2012

Domingo 13 de mayo de 2012


Domingo 13 de mayo de 2012
Juan 15, 9-17


Por Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

 “El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos”

El 10 de octubre de 1982, en la gran plaza de san Pedro de Roma, el papa Juan Pablo II canonizó a: Maximiliano Kolbe, sacerdote franciscano, nacido el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola. Estuvo presente en este acto un testigo excepcional: Franciszek Gajowniczek, un polaco ya anciano que, cuarenta y un años antes, había salvado su vida en el campo de concentración de Auschwitz, gracias al heroico gesto del nuevo santo.

Este hombre cuenta así su experiencia de aquel verano de 1941: “Yo era un veterano en el campo de Auschwitz; tenía en mi brazo tatuado el número de inscripción: 5659. Una noche, al pasar los guardianes lista, uno de nuestros compañeros no respondió cuando leyeron su nombre. Se dio al punto la alarma: los oficiales del campo desplegaron todos los dispositivos de seguridad; salieron patrullas por los alrededores. Aquella noche nos fuimos angustiados a nuestros barracones. Los dos mil internados en nuestro pabellón sabíamos que nuestra alternativa era bien trágica; si no lograban dar con el escapado, acabarían con diez de nosotros. A la mañana siguiente nos hicieron formar a todos los dos mil y nos tuvieron en posición de firmes desde las primeras horas hasta el mediodía. Nuestros cuerpos estaban debilitados al máximo por el trabajo y la escasísima alimentación. Muchos del grupo caían exánimes bajo aquel sol implacable. Hacia las tres nos dieron algo de comer y volvimos a la posición de firmes hasta la noche. El coronel Fritsch volvió a pasar lista y anunció que diez de nosotros seríamos ajusticiados”.
A la mañana siguiente, Franciszek Gajowniczek fue uno de los diez elegidos por el coronel de la SS para ser ajusticiados en represalia por el escapado. Cuando Franciszek salió de su fila, después de haber sido señalado por el coronel, musitó estas palabras: “Pobre esposa mía; pobres hijos míos”. El P. Maximiliano estaba cerca y oyó estas palabras. Enseguida, dio un paso adelante y le dijo al coronel: Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos”. Su ofrecimiento fue aceptado por el oficial nazi y Maximiliano Kolbe, que tenía entonces 47 años, fue condenado, junto con otros nueve prisioneros, a morir de hambre. Tres semanas después, el único prisionero que seguía vivo era el P. Kolbe, de modo que le fue aplicada una inyección letal que terminó definitivamente con su vida. Maximiliano Kolbe había vivido su ministerio pastoral en Polonia y Japón, donde había pasado cinco años como misionero.
Con este gesto sellaba una vida de entrega permanente.
Jesús nos invita a amarnos como Él nos ama: “Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes”. Y en seguida explica lo que esto significa: “El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos”. Es decir, que el amor que Jesús nos tiene es un amor capaz de entregar la propia vida para que los demás vivan. Esa es la tarea de todos los que queremos seguir a Jesús. Esta es la fuente de nuestra alegría: “Les hablo así para que se alegren conmigo y su alegría sea completa”. No siempre se tratará de situaciones tan extremas como las que vivió san Maximiliano Kolbe, pero siempre el amor pasa por la entrega de la propia vida.

martes, 8 de mayo de 2012

Oración de una madre


Hazme buena, Señor, para mis hijos,
con la bondad de las cosas sencillas,
en cada mañana, en cada noche,
en la verdad de cada día.

Hazme fuerte, Señor, para darles
las palabras precisas
y mantenerme y mantenerlos
serenamente dignos.

Hazme fuerte, Señor, para llegarle
oportuna y sin prisa,
que sepa aligerarles las tristezas
y compartir sus risas.

Hazme justa, Señor, para formarle
las conciencias tranquilas
para que sean libres de malsanas pasiones;
hondos en el sentir y altos de mirar..

Hazme humilde, Señor, cuando les lleguen
sus triunfos y sus dichas,
que sepan ser prudentes
y no despierten adulación ni envidia.

Hazme humilde, Señor, aún más
cuando le toque atravesar desdichas,
que tus Diez Mandamientos los sostengan,
y mi amor los conforte, y Tu amor los dirija.

Ampárales, Señor, no me los dejes
atravesar peligros sin salida,
que entren limpios y firmes en la prueba,
para encontrar serenos la alegría.

Que sepan compartir y bien escojan
a quien ha de acompañarlos en la vida.
Hazme merecedora de ser Madre,
que para serlo fui por ti escogida.

Amen

lunes, 7 de mayo de 2012

Mes de María, madre de Dios y madre nuestra


Tomado De Catholic.net


Alégrate, Reina del Cielo, ¡aleluya! 

Madre y Reina, tú nos diste a tu hijo, el autor de la vida, y con Él entregaste al género humano los tesoros de la salvación


María fue sin duda, una mujer llena de profunda alegría, una alegría interior, que le brotaba por su gran fe, su incondicionalidad a los designios de Dios y por supuesto, a su maternidad. La alegría de María la lleva incluso con las cruces de su vida, ya que sabe que éstas tienen un sentido y las acepta para ofrecérselas al Señor y colaborar con Él en la redención del mundo (cf María, camino de perfección, de Santiago Martín). 


María, alegre también por vernos a todos nosotros, sus hijos, caminando hacia Cristo y alegre cuando le oramos pidiendo su intercesión en nuestro camino a la santidad.

Mayo es un buen momento para mostrarle con una sencilla flor, nuestro amor y agradecimiento, a ella que está siempre atenta a nuestras necesidades, a ella que con su corazón de madre conoce nuestras debilidades, sufrimientos y alegrías y nos acoge con infinito amor.