Final De Los Tiempos

viernes, 6 de diciembre de 2013

Homilía Dominical, Domingo 8 De Diciembre De 2013

Homilía Dominical
08 de Diciembre de 2013

Por:   Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

Isaías 11, 1 - 10
Carta de San Pablo a los Romanos 15, 4 - 9
Mateo 3, 1-12

Durante el tiempo de Adviento nos preparamos para la celebración de los misterios de la Navidad, esa iniciativa inimaginable del amor infinito de Dios que quiso hacernos el regalo de la presencia, entre nosotros, de su Hijo Eterno, que asumió nuestra condición humana. Exploremos, en actitud de oración, las lecturas de hoy, que nos ofrecen ricos elementos para esta preparación.

El profeta Isaías destaca el nuevo liderazgo que ejercerá el Mesías. En el futuro, surgirá un líder que sacará a Israel de la lamentable postración en que se encontraba por la vergonzosa mediocridad de sus dirigentes:

*Dice Isaías: “En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre Él se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de piedad y temor de Dios”.

Dios, en su infinita sabiduría, quiso establecer una relación especialísima con el pueblo de su elección; era una relación cuyo eje era la fidelidad: “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo”. Sin embargo, el pueblo muchas veces perdió el rumbo y sucumbió a las presiones de las culturas circundantes; volvió la espalda al Dios de la alianza, ofreció sacrificios y oraciones a divinidades traídas del extranjero, abandonó el cumplimiento de los mandamientos promulgados en el Sinaí y cambió totalmente su escala de valores.

Ahora bien, el pueblo pagó un precio muy alto por sus infidelidades; así, poco a poco, fue madurando en la fe, descubrió con mayor precisión el plan de Dios y purificó sus expectativas respecto a los tiempos mesiánicos.

*El profeta Isaías, en medio de un tormentoso presente, proyectó un futuro diferente. Este texto de Isaías, leído desde la perspectiva nueva que nos aporta la resurrección del Señor, nos traza los rasgos fundamentales del Reino espiritual de justicia y amor que se nos manifiesta en la persona de Jesucristo.

El salmo 71, al que nos hemos unido recitando:
“Ven, Señor, rey de justicia y de paz”,
expresa la aspiración de los fieles por ese orden nuevo de justicia y de paz. El salmo refuerza el mensaje que nos ha comunicado el profeta Isaías sobre un liderazgo renovado y capaz de trasformar la realidad.

El evangelista Mateo contribuye a nuestra preparación para la Navidad fijando su atención en Juan Bautista, un personaje muy singular, que anunció la cercanía del Reino y la necesidad de prepararse mediante el arrepentimiento por las malas acciones cometidas.

En conjunto, el profeta Isaías, el salmista y el evangelista Mateo nos invitan a superar la inmediatez del presente para mirar hacia el futuro de una manera diferente. Nos proponen un porvenir promisorio y lleno de luz. Por eso el Adviento es tiempo de preparación y está cargado de esperanza, una esperanza que no se alimenta de sueños e ilusiones, sino de una realidad que cambió el curso de la historia, la encarnación del Hijo Eterno de Dios.

Esto pone delante de nosotros un problema extremadamente complejo: ¿cómo hacer llegar este mensaje de la esperanza cristiana, esta lectura positiva del futuro, a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que han padecido tantas formas de violencia, que se sienten atrapados en grupos de familiares y vecinos que los agreden, y que experimentan las consecuencias del capitalismo salvaje? ¿Cómo llegar a ellos, no con discursos teóricos, de los que están saturados, sino con experiencias concretas que los abran a la esperanza y así puedan caminar hacia un futuro diferente?

San Pablo, en el texto de su Carta a los Romanos que acabamos de escuchar, nos señala el camino:

“Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda a ustedes vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz, alaben a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo”.

La mejor predicación de la esperanza cristiana y de la presencia del Reino de Dios es a través del testimonio de vida de las familias y de las comunidades de bautizados.

Estos ideales de justicia y paz se hacen vida en familias y comunidades que toman en serio los valores del evangelio y los ponen en práctica, Mediante su testimonio, familias y comunidades podrán acompañar a innumerables hermanos nuestros que están prisioneros de la desesperanza y paralizados por un pesimismo que les impide marchar hacia horizontes donde se pueda vivir con dignidad.

Que el Adviento, tiempo de preparación y de esperanza, nos motive a caminar juntos para construir una sociedad diferente. La encarnación del Hijo Eterno de Dios nos dice que esa mirada trascendente hacia la plenitud del encuentro con Dios exige transformaciones aquí y ahora. La esperanza cristiana articula el futuro trascendente más allá de la muerte con el presente histórico de fraternidad, justicia y paz.

viernes, 29 de noviembre de 2013

HOMILÍA DOMINICAL DICIEMBRE 1 DE 2.013

HOMILÍA DOMINICAL
DICIEMBRE 1 DE 2.013

Por: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

Adviento:
un camino de preparación
y alegría

ü     Lecturas:
·   Profeta Isaías 2, 1-5
·   Carta de san Pablo a los Romanos 13, 11-14
·   Mateo 24, 37-44


ü     Hoy empieza el tiempo litúrgico del Adviento, que es la preparación para celebrar los misterios de la Navidad. La ciudad se viste de luces y los centros comerciales son decorados con los símbolos propios de esta época, el árbol y el pesebre.
ü     Las celebraciones navideñas son muy evocadoras, ya que tocan fibras muy hondas de nuestra sensibilidad. Quiero invitarlos a vivir este tiempo de manera espiritual, trascendiendo lo puramente estético o emotivo. Esta vivencia espiritual de la preparación a la Navidad se facilitará si nos dejamos guiar por los textos bíblicos que nos propone la liturgia dominical. En ellos encontraremos el significado profundo de la llegada del Mesías, la novedad de vida que inaugura y la espiritualidad que nos propone. Los invito, pues, a explorar los textos propios de este Primer Domingo de Adviento.

ü     El salmo 121, que acabamos de escuchar y que hemos cantado muchas veces en la misa dominical, expresa el sentimiento de gozo que es propio de este tiempo:
·   ¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor!”. No se trata de la alegría que sentimos cuando recibimos un regalo material y, por tanto, frágil y fugaz; tampoco es la alegría que experimentan las personas cuando asisten a una fiesta donde hay una orquesta y los invitados gozan de una buena mesa y generosas bebidas.

·   La alegría que expresa el salmo 121 proviene de la certeza de saber que Dios es la respuesta definitiva a las búsquedas continuas del corazón humano. Esta búsqueda de la felicidad, que mueve a todos los seres humanos, la expresa visualmente el salmista como una procesión que avanza cantando hacia la ciudad santa de Jerusalén, que es símbolo de la plenitud y del encuentro con Dios. En síntesis, el salmo nos comunica el clima festivo que impregna este tiempo de preparación a la venida del Señor.

ü     Vayamos ahora al texto del profeta Isaías. Este texto resuena en nuestro interior como una estimulante invitación:
·   Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob”. Se trata de una invitación abierta, que no tiene requisitos previos; por eso se dirige a todos: “Hacia Él confluirán todas las naciones”.

·   Es clara la invitación que se nos hace. Pero, ¿quién hace de anfitrión o, al menos, de maestro de ceremonias? Los cristianos leemos los textos del Antiguo Testamento a la luz de la experiencia pascual de Cristo. En este orden de ideas, para nosotros, creyentes del siglo XXI, la invitación “Vengan, subamos al monte del Señor”, nos la hace la Iglesia, que recibió de Cristo la misión de anunciar la buena noticia de salvación, la cual debe ser proclamada a todos los pueblos. Así, pues, la Iglesia es la que anuncia e invita.

ü     Además de la invitación, el texto del profeta Isaías nos dice lo que nos espera allá, en la casa del Señor: “Para que Él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus senderos”. A medida que avanzamos por el camino de la fe, comprendemos que la relación con Dios no consiste en el cumplimiento de unos preceptos o normas. El camino de la fe es infinitamente más rico pues significa ir avanzando en el conocimiento de la persona de Jesucristo, quien nos ha dicho que es el camino, la verdad y la vida.

ü     En este horizonte nuevo que nos anuncia Jesucristo, la convivencia pacífica y la fraternidad de los seres humanos son logros muy significativos. El texto del profeta Isaías lo expresa de manera impactante: “De las espadas forjarán arados y de las lanzas harán herramientas para trabajar la tierra; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra”. Este texto del profeta Isaías recapitula los sueños de millones de colombianos, que aspiramos invertir los millones destinados a la guerra en el mejoramiento de la educación, la salud y la calidad de vida de los ciudadanos.

ü     No podemos sentarnos a esperar que la paz mesiánica se produzca de manera automática. La guerra y la paz son decisiones que tomamos los ciudadanos. Durante décadas, Colombia le ha apostado a la confrontación; llegó la hora de invertir en la paz.

ü     Finalmente, vayamos al texto del evangelio de Mateo. ¿Qué elementos encontramos en él para iluminar el sentido del tiempo litúrgico del Adviento? La frase que mejor resume el clima espiritual del Adviento dice: “Velen, pues, y estén preparados”. Toda la vida del creyente está marcada por esta tensión entre el presente y el futuro, entre el compromiso con las realidades terrenas y la trascendencia.


ü     Invitémonos a vivir el Adviento como un tiempo de preparación a las celebraciones navideñas, donde el espíritu de familia y la espiritualidad que nos sugieren el pesebre y el árbol estén por encima de los mensajes comerciales.

sábado, 23 de noviembre de 2013

HOMILÍA DOMINICAL 23 De Noviembre De 2.013

HOMILÍA DOMINICAL
23 De Noviembre De 2.013

Por: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.


Cristo Rey:
del aniquilamiento
a la exaltación
como Señor del universo

Hoy celebramos la fiesta de Cristo Rey, con la cual se cierra el año litúrgico; a partir del próximo domingo, iniciaremos el tiempo del Adviento, que es la preparación para las celebraciones navideñas.

Igualmente, concluye hoy el Año de la Fe, que fue una convocatoria que nos hizo el Papa Benedicto XVI para que, con motivo de los 50 años de la inauguración del Concilio Vaticano II, revisáramos los fundamentos de nuestra fe.

Esto es lo que hemos hecho cada domingo; hemos meditado en los misterios de la vida de Cristo, desde su encarnación hasta su muerte y resurrección, teniendo como guía al evangelista Lucas. Hemos avanzado en el conocimiento de Jesucristo, hemos dejado que su Palabra resuene en nuestro interior y le hemos pedido que seamos capaces de ponerla en práctica en nuestros hogares, en el trabajo y en nuestras actuaciones como ciudadanos.

Para comenzar nuestra meditación en esta fiesta de Cristo Rey, leer cuidadosamente el texto de la Carta a los Colosenses:

Cristo es la imagen de Dios invisible, el primogénito de toda la creación, porque en Él tienen su fundamento todas las cosas creadas.
Todo fue creado por medio de Él y para Él”:

Ø Estas palabras de san Pablo nos impactan porque nos llevan a meditar sobre la creación, que comprende la enorme complejidad del microcosmos, con las fascinantes investigaciones que se llevan a cabo sobre el origen de la materia y el bosón de Higgs, cuyo descubrimiento fue reconocido con el Premio Nobel de Física en el 2013, y la infinitud del universo en expansión. Tenemos que reconocer que, a pesar de los significativos avances de la ciencia, es poco lo que conocemos sobre el microcosmos y el universo...

Ø Los católicos tenemos la mente abierta a los nuevos caminos que abre la investigación; nuestra fe no está amarrada a determinadas teorías científicas; seguimos con gran interés los aportes que hace la ciencia para una mejor comprensión de la creación.

Ø Los católicos respetamos profundamente la autonomía del discurso científico, el cual no entremezclamos con la experiencia de fe. Son niveles diferentes. Las palabras del apóstol Pablo en su carta a los Colosenses no pertenecen al ámbito científico, sino que interpretan, desde la fe, el sentido trascendente del universo: “En Él tienen su fundamento todas las cosas creadas. Todo fue creado por medio de Él y para Él”. San Pablo no habla desde el escenario de un laboratorio de física o de biología, sino desde la hermenéutica teológica, es decir, nos explica el fundamento y sentido trascendente de la enorme variedad y diversidad del cosmos.

· Vayamos ahora al texto del evangelista Lucas. El cambio de estilos y contextos es brutal. Pablo nos sitúa en una perspectiva cósmica; Lucas nos traslada a la sangrienta realidad de la crucifixión en el Gólgota. Allí encontramos a Jesús, el Mesías anunciado por los profetas, descendiente del rey David, colgado en una cruz.

· Este texto de Lucas nos transmite los comentarios burlones hechos por personas que estaban en el teatro de los acontecimientos: las autoridades, los soldados y los dos delincuentes que compartían su suerte. El letrero escrito en griego, latín y arameo seguirá resonando hasta el fin de los tiempos: “Este es el rey de los judíos”:

Ø La muerte de Cristo en la cruz rompe los paradigmas tradicionales sobre el poder;

Hasta ese momento, el poder había sido considerado sinónimo de fuerza, superioridad, imposición, supremacía.

Por el contrario, del rey de los judíos es el más indefenso de los seres humanos; desde la cruz proclama un mensaje diferente.

Ø El Hijo eterno del Padre, que asume nuestra condición humana y que se somete a todas las humillaciones llegando incluso a la muerte de cruz, nos descubre un horizonte absolutamente nuevo de servicio y entrega. Da su vida para que nosotros la tengamos en abundancia.

Ø Al verlo clavado en la cruz, sus seguidores nos vemos obligados a revisar los conceptos tradicionales de liderazgo, autoridad, prestigio social. Jesucristo nos enseña que el poder no es un valor en sí mismo, sino que es una responsabilidad frente a los demás. Jesucristo nos enseña, con su ejemplo, el servicio y el perdón a los que nos contradicen y atacan.


· Las lecturas de esta fiesta de Cristo Rey nos muestran dos facetas del Señor:

El evangelista Lucas nos lo muestra sometido a los peores extremos de crueldad, despojado de todo;

Y el apóstol Pablo nos presenta a un Cristo cósmico, primogénito de toda la creación.

Durante su corto pero revolucionario ministerio, el Papa Francisco no cesa de invitarnos, con el ejemplo y con sus palabras, a dar testimonio de sencillez, de cercanía a los pobres y de desprendimiento del poder.


Que esta fiesta de Cristo Rey nos permita recapitular los misterios de la vida de Cristo celebrados a lo largo del año litúrgico, desde el despojo que comienza con la encarnación, hasta su exaltación como Señor del universo; y que aprendamos la lección radical de servicio y entrega que nos dio.

sábado, 16 de noviembre de 2013

HOMILÍA DOMINICAL 17 DE NOVIEMBRE DE 2013

HOMILÍA DOMINICAL
17 DE NOVIEMBRE DE 2013

Por: Hermann Rodríguez Osorio, S.J.


“¿Cuál será la señal
de que estas cosas
ya están a punto de suceder?”

En el anterior domingo comentábamos cómo la vida es el lugar privilegiado en el que se nos revela el rostro de Dios. El Señor no es Dios de muertos, sino de vivos... y es en la vida donde nos comunica su proyecto.

Por tanto, los cristianos no tenemos que consultar, como los griegos, el oráculo de los dioses, o como los asirios, las estrellas (astrología), o leer la mano, o el cigarrillo, etc.

Para consultar lo que Dios quiere en nuestra vida personal, comunitaria y social, sólo tenemos que abrir los ojos y mirar... No negar la realidad, no traicionarla ni mentirnos acerca de ella. No ser como el avestruz que piensa que porque deja de mirar la realidad, metiendo la cabeza entre la arena, va a desaparecer el cazador.

No se trata, pues, de difíciles jeroglíficos y adivinanzas; es sencilla; pero a veces las cosas son tan sencillas, que no las vemos; son tan simples, y tan cotidianas, que no les prestamos atención; por eso es fundamental tener ojos limpios y mirar sin miedo la realidad.

Por algo Jesús, en un momento de inspiración y “lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: ’Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido” (Lucas 10,21).

Esta fue la actitud fundamental de Jesús. Tener los ojos abiertos ante la realidad, ante las cosas sencillas de cada día, en las que descubría los planes de su Padre Dios. Jesús aprendió lo que aprendió sobre el Reino de Dios, mirando su vida y la vida de su pueblo. Sólo tomando el Evangelio de san Mateo, podemos llegar a una lista como la siguiente;

Jesús habla allí de:

Pan, sal, luz, lámparas, cajones, polillas, ladrones, aves, graneros, flores, hierba, paja, vigas, troncos, perros, perlas, cerdos, piedras, culebras, pescados, puertas, caminos, ovejas, uvas, espinos, higos, cardos, fuego, casas, rocas, arena, lluvia, ríos, vientos, zorras, madrigueras, aves, nidos, médicos, enfermos, bodas, vestidos, telas, remiendos, vino, cueros, odres, cosechas, trabajadores, oro, plata, cobre, bolsa, ropa, sandalias, bastones, polvo, pies, lobos, serpientes, palomas, azoteas, pajarillos, monedas, cabellos, árboles, frutos, víboras, sembrador, semilla, sol, raíz, granos, oídos, cizaña, trigo, granero, mostaza, huerto, plantas, ramas, levadura, harina, masa, tesoros, comerciantes, redes, mar, playas, canastas, hornos, boca, planta, raíz, ciegos, hoyos, vientre, cielo, niños, piedra de molino, mano, pie, manco, cojos, reyes, funcionarios, esclavos, cárceles, camellos, agujas, viñedos, cercos, torres, lagar, terreno, labradores, fiestas, invitados, criados, reses, menta, anís, comino, mosquito, vasos, platos copas, sepulcros, gallinas, pollitos, higueras, vírgenes, aceite, dinero, banco, pastor, cabras...

Y, así, podríamos seguir.

En estos elementos tan sencillos, descubrió Jesús lo que Dios le pedía y lo que Dios quería hacer con él y con toda la humanidad. No se trata de ver cosas distintas, nuevas, sino de mirar lo mismo, pero con unos ojos nuevos: “Pero Yahveh dijo a Samuel: (...) La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón» (1 Sam. 16, 7).

Esta manera de mirar es lo que caracteriza a los profetas; una mirada que no es propiamente la del turista.

Esta es la respuesta para la pregunta que le hacen al Señor en el evangelio de hoy:


¿Cuál será la señal de que estas cosas ya están a punto de suceder? Ahí están. Sólo tenemos que abrir los ojos y mirar...