Final De Los Tiempos

sábado, 30 de junio de 2012

HOMILÍA 1 de Julio de 2012


HOMILÍA 1 de Julio de 2012

Ciclo B, Tiempo Ordinario
Domingo de la Semana No. 13

Homilías de Fr. Nelson Medina, O. P.




1.              Parte de la bondad de lo bueno es durar.
1.1. Enseña la teología clásica que las nociones trascendentales terminan siendo equivalentes. El ejemplo más fácil de entender es la verdad y la bondad. Nadie que aspire seriamente ha ser verdadero y honesto en todas sus cosas dejará de ser al final una persona buena. Y lo contrario: nadie que quiera ser genuinamente bueno podrá pactar con mentiras o trampas.
1.2. Esto viene a cuento porque la muerte, si lo pensamos bien, es como una intrusa que arruina la bondad de nuestros sueños. La muerte está siempre ahí, lista para burlarse de lo que amamos; lista para decirnos con dejo de ironía: "nada vale la pena;" o también: "no te esfuerces; no construyas; concéntrate en gozar hoy y nada más." Es fácil entender que la muerte es nuestra enemiga, como es enemiga de Dios.
1.3. Por eso la primera lectura explica el origen de la muerte en "la envidia del diablo." En efecto, la decisión satánica de no servir a Dios implica apartarse de la fuente de la vida, es decir, degustar la muerte. El que sigue ese camino encuentra el mismo sabor. La vida sabe a muerte, lejos de Dios.
1.4. Lo otro que sucede es que nuestros actos tienen consecuencias también más allá de ellos mismos. Una Humanidad sin el pecado original seguramente habría sido una Humanidad llena de luz, de meditación y de conformidad entre la mente y el cuerpo. En esa clase de vida lo material estaría subordinado en pacífica armonía a lo espiritual de modo que aquellos seres tratarían la vejez y la enfermedad de modos radicalmente distintos.
1.5. Todo esto, por supuesto, es especulación y nunca los sabremos con absoluta certeza. Lo que sí sabemos es que, allí donde sentimos que la voz de nuestra conciencia hace eco a la voz de Dios, nuestra alma se rebela y rechaza la muerte.



2.              Una fuerza de vida
2.1. En el evangelio vemos a Jesús restaurando la vida, en dos momentos distintos: en una persona enferma, primero, y en una niña ya difunta, después. Llama la atención que él se sabe y siente dueño de esa fuerza de vida, y que sabe cuándo ha "salido" de él, como se nota por la historia de la mujer que quiso "sacarle" un milagro a escondidas.
2.2. Es decir: Jesús es propiamente Señor de la vida. No sólo la tiene y la concede, sino que sabe el don que ofrece y a quién lo da. Este "saber" es importante porque marca la diferencia entre un depósito de medicinas y un médico. Del depósito yo podría sacar lo que yo quisiera pero es sólo el médico quien conoce qué es lo que puede hacerme mayor bien y en qué dosis.
2.3. Miremos, por último, la escena cargada de fuerza y de ternura en la que el Señor Jesús levanta con su mano y con su voz a la niña muerta. Esa palabra no va hacia un muerto sino a crear de nuevo la vida. Y esa mano extendida tiene su sentido espiritual también. La Ley de Moisés prohibía tocar cadáveres, y quien los tocara quedaba "inmundo" por siete días (Números 19,11). Pero Jesús no se ensucia al tocar a la niña sino que la limpia de las sombras de la  muerte.

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Primera Lectura
Sabiduría 1,13-15;2,23-24

Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo; y los de su partido pasarán por ella.

Palabra de Dios.



Salmo Responsorial
Salmo 29

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado / y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. / Señor, sacaste mi vida del abismo, / me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos, / dad gracias a su nombre santo; / su cólera dura un instante; / su bondad, de por vida; / al atardecer nos visita el llanto; / por la mañana, el júbilo.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí; / Señor, socórreme. / Cambiaste mi luto en danzas. / Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.




Segunda Lectura
2 Corintios 8,7.9.13-15

Hermanos: Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá igualdad. Es lo que dice la Escritura: "Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba.”

Palabra de Dios





EVANGELIO
Mc 5,21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva." Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.

Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: "¿Quién me ha tocado el manto?" Los discípulos le contestaron: "Ves como te apretuja la gente y preguntas "¿Quién me ha tocado?"" Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud."

Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: "Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?" Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas; basta que tengas fe." No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: "¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida." Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y dijo: "Talitha qumi" (que significa: "Contigo hablo, niña, levántate"). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.”

Palabra del Señor