por José Martínez de Toda, S.J.
Especialmente para radio
“Donde haya dos o tres reunidos en mi nombre, allá estoy” (Mt 18, 15-20)
Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy plantea cómo corregir a un hermano, cómo resolver los conflictos en la Iglesia. Escuchémoslo.
Lectura del santo evangelio según San Mateo (Mt 18, 15-20)
NARRADOR/A – En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos:
JESÚS – Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.
Les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.
Les aseguro además que, si dos de Vds. se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
1. Pregunta 1 – ¿Cómo corregir a alguien?
<La tribu Babemba de Sudáfrica celebra el siguiente ritual para corregir la conducta criminal o antisocial de sus miembros.
Se coloca al culpable en el centro del pueblo. Todos los hombres, mujeres y niños, forman un gran círculo alrededor del acusado. Y uno a uno, incluidos los niños, van diciendo las virtudes y todas las cosas buenas que el acusado ha realizado. No se puede ni mentir ni exagerar ni inventarse nada. No se puede decir ninguna cosa negativa del acusado.
La ceremonia dura un par de días hasta que todos han tenido la oportunidad de contar sus bondades.
Al final el círculo se rompe, la fiesta comienza y la persona es acogida de nuevo en la comunidad. Y así el acusado se siente fortalecido y animado a vivir de acuerdo con las normas e ideales de la comunidad.> (Félix Jiménez, escolapio).
Es una bella forma de hacer la corrección fraterna.
Otros, en cambio, lo primero que hacen es condenar, chismear y contárselo a otro.
Jesús nos presenta hoy otro modelo de corrección en cierta forma parecido.
2. Pregunta 2 – ¿Cuál es el modelo de Jesús?
Nos damos cuenta de que alguien cercano a nosotros, y que participa en nuestras actividades religiosas, ha cometido una falta grave. ¿Qué hacer?
En este caso tenemos la responsabilidad de tomar la iniciativa y, si es posible, de encontrar un remedio. Se trata de corregir, pero para ganar al hermano. La meta es ayudar al pecador en su lucha contra el pecado.
Se trata de afianzarlo en el camino del Señor y de que viva en la comunidad de Jesús. Es el misterio del perdón.
La práctica de la Iglesia no ha de ser la de juzgar ni la de condenar, sino la de tener compasión y comprensión: "No juzguen, para que no sean juzgados".
Para ello debemos orar para que el Espíritu Santo nos ilumine para ver si debemos intervenir o no, y cómo.
Quizá convenga hacer la corrección en seguida, antes de que la ofensa sea de más conocimiento público.
El proceso de Jesús no está diseñado para castigar, sino para reconciliar, para abrirles los ojos a los ofensores y traerlos otra vez al redil.
3. Pregunta 3 – ¿Cuáles son los pasos concretos?
Éstos son los pasos para la corrección fraterna:
1.Primero. El primer paso es hablar en privado con la persona que ha cometido esa falta. Y eso lo haces con amor y respeto, como a un hermano.
<La hija de un político hija fue arrestada por posesión de drogas ilegales. Su familia se entristeció mucho por el mal comportamiento de la muchacha, pero le dijo que la seguían amando igual.>
Ese es el tipo de lealtad a la que Jesús nos llama: tratarnos los cristianos como hermanos y hermanas.
En la mayor parte de los casos, esta conversación individual resolverá el problema.
2.Segundo. Si no te hace caso, trata el tema delante de dos o tres compañeros.
3.Tercero. Si el culpable no se corrige, presenta el problema a la comunidad, a la iglesia reunida. La iglesia es lugar de escucha y de perdón. La iglesia es responsable de la vida cristiana de todos sus miembros. Su misión es la de reconciliar a todos con Dios y a los hermanos entre sí.
Si todos fuéramos ángeles, la disciplina no sería necesaria; pero no somos ángeles.
Para ello ayudarán como testigos los dos o tres compañeros del segundo paso. Su testimonio ayudará a la iglesia a entender el problema y a determinar el remedio que se necesita. Las puertas siempre estarán abiertas al perdón.
4. Pregunta 4 – Aquí Jesús da autoridad a la comunidad cristiana. ¿En qué se basa esta autoridad?
El evangelio termina con dos afirmaciones muy consoladoras, en las que se da autoridad a la Iglesia para actuar:
1ª) “Les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo”. Atar y desatar significaba para los rabinos prohibir y permitir, condenar y aprobar. Aquí, además, significa retener y perdonar el pecado (como en Jn 20,23). Es un regalo de Jesús a la Iglesia.
2ª) “Les aseguro además que, si dos de Vds. se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. La comunidad reunida en nombre de Jesús multiplica el poder. Jesús es Emmanuel, que significa “Dios con nosotros” (1:23).
Aquí él le da a la Iglesia la autoridad que previamente le dio a Pedro (16:19).
La Iglesia es como Cristo, siempre vivo para interceder por nosotros ante el Padre (Heb 7,25); así también la Iglesia está llamada a ser comunidad orante en favor de todos los hombres y mujeres de nuestro mundo.
5. Pregunta 5 – ¿Cuál es la Buena Noticia de este evangelio?
1. Las comunidades cristianas tienen la hermosa misión de ser centinelas de la vida. En la primera lectura de hoy del profeta Ezequiel (33,7-9), Yahveh lo constituye como centinela de la casa de Israel que da el grito de alerta para avisar de un peligro inminente.
Otra imagen es la del Buen Pastor, que busca incansablemente a la oveja perdida, porque su voluntad es que no se pierda ni uno sólo de los miembros de la comunidad, ni aun el más pequeño (Mt 18,12-14).
También la Iglesia es como el Cristo médico o sanador, que no vino a curar y salvar a los justos, sino a los "enfermos" y pecadores (Mc 2,17).
2. Se nos enseña cómo lidiar con los conflictos dentro de la iglesia. A quienes pecan y están alejados se les dice que Dios no quiere su muerte, sino que se conviertan y que vivan. La meta es la reconciliación y el perdón.
3. La vida del discipulado no es una relación individualista con Cristo, sino una vida en comunidad. “Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, ahí estoy yo”.
Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Ahí nos encontramos con los hermanos, pedimos unos por otros, nos perdonamos si nos hemos ofendido, y prometemos corregirnos de nuestras faltas, para que todos seamos realmente la gran familia de Dios.