Final De Los Tiempos

jueves, 31 de mayo de 2012

HOMILIA DOMINGO 3 DE JUNIO DE 2012


Fiesta de la Santísima Trinidad
DOMINGO 3 De Junio De 2012


Por Jorge Humberto Peláez S.J.

1. Lecturas:
a. Deuteronomio 4, 32-34. 39-40
b. Carta de san Pablo a los Romanos 8, 14-17
c. Mateo 28, 16-20

2. En este domingo, la liturgia nos invita a contemplar el misterio de la Trinidad. La inteligencia humana es desbordada por la afirmación de la fe: Tres Personas distintas y un solo Dios verdadero. Este Dios, perfecta unidad y comunidad, está presente en todos los momentos de nuestra vida; todas las actividades las llevamos a cabo “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

3. Las lecturas de hoy ponen de manifiesto la gradualidad con que se ha llevado a cabo la automanifestación de Dios en la historia:
a. El texto del Deuteronomio recuerda a la comunidad la experiencia religiosa del pueblo de Israel, a través de la cual descubrió a Dios como ser personal, único, trascendente, que se manifestó en la historia de la comunidad.
b. Pablo, en su Carta a los Romanos, nos presenta a Jesucristo como revelador del Padre; somos hijos de Dios y coherederos con Cristo.
c. El texto de Mateo nos relata el mandato evangelizador que el Resucitado da a sus discípulos y a todos los miembros de la comunidad eclesial: “Enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

4. Estos tres textos nos ofrecen una síntesis densa de lo que ha sido la automanifestación de Dios en sus tres momentos centrales: la alianza y la promesa al pueblo elegido; la plenitud de la revelación en Jesucristo; la Iglesia como proclamadora de la Buena Noticia.

5. Leamos con atención el texto del Deuteronomio:
a. Moisés se dirige a la comunidad para recordarle, mediante preguntas, la experiencia religiosa absolutamente única que han vivido ellos y sus padres, la cual los hace diferentes de los demás pueblos.
b. Las culturas antiguas eran politeístas, es decir, adoraban muchos dioses, que estaban asociados con los fenómenos de la naturaleza: el sol, la luna, la lluvia, el rayo, la fecundidad, la serpiente emplumada, etc.
c. Nos narra la Biblia que Dios escogió a Abrahán y selló con él y sus descendientes una alianza que transformó la historia religiosa de la humanidad; el núcleo de esta alianza está sintetizada en las frases: “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo”.
d. Se abre así el más fascinante escenario, que ningún ser humano se había atrevido a imaginar: Dios quiere automanifestarse a los seres humanos, y lo hará gradualmente a través de los acontecimientos de la historia de un pueblo particular.
e. Así el pueblo de Israel fue descubriendo que Dios es un ser personal (no una fuerza de la naturaleza), único (no existe pluralidad de dioses), trascendente (no está sometido a los límites del espacio y del tiempo), se comunica a través de los acontecimientos históricos (no es alguien distante e indiferente al quehacer humano) y que establece una alianza o pacto de amor exclusivo.
f. En el texto que hemos leído, Moisés recuerda a su comunidad estas experiencias absolutamente únicas: “¿Hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, una cosa tan grande como esta? ¿Se oyó algo semejante? ¿Hubo acaso hechos tan grandes como los que, ante sus propios ojos, hizo por ustedes en Egipto el Señor su Dios?”
g. A pesar de estas experiencias únicas de automanifestación de Dios, el pueblo de Israel tuvo la memoria frágil y con frecuencia se apartó del camino trazado por la alianza, rindió culto a dioses extranjeros y su comportamiento se alejó de los mandamientos.

6. La promesa hecha al pueblo de Israel se hace carne en Jesucristo. Él no es un enviado más que anuncia la salvación; Él es la salvación. En Jesucristo, alcanza su clímax la automanifestación de Dios en la historia. Él es el revelador del Padre; por eso, quien lo ha visto a Él, ha visto al Padre.

7. En el texto de la Carta a los Romanos que hemos escuchado, san Pablo nos invita a tomar conciencia de la enorme trascendencia de lo que ha sucedido; gracias a Jesucristo, hemos conocido que Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo, y esta revelación transforma radicalmente nuestro ser, nuestro actuar y nuestro destino. Dejemos que las palabras de san Pablo resuenen en nuestro interior:

a. “No han recibido ustedes un espíritu de esclavos, que los haga temer de nuevo, sino un espíritu de hijos, en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios”, con todas las implicaciones de cercanía, ternura, intimidad que supone la relación entre un padre y su hijo.

b. “Y si somos hijos de Dios, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo”. Esta realidad obrada “por Cristo, con Él y en Él” transforma radicalmente el sentido de la existencia humana. El destino de los seres humanos no está manejado como si fuera una marioneta en manos de la Fatalidad; no estamos condenados al absurdo, ni caminamos hacia la destrucción. Estamos llamados a participar de la plenitud de la vida de Dios como sus hijos y herederos.

8. El Espíritu Santo, enviado a la comunidad de los seguidores del Señor el día de Pentecostés, nos motiva a unirnos a esta tarea de anunciar la Buena Noticia del Señor Resucitado. Es la responsabilidad que se nos confía a cada uno de nosotros en la Iglesia: “Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.

9. Que en esta fiesta de la Santísima Trinidad tomemos conciencia de la forma como Dios se ha autocomunicado a través de los acontecimientos de la historia y asumamos el reto de transmitir a otros las realidades que transforman el sentido de la vida y de la historia.