15 Abril 2012
Por Jorge Humberto Peláez S.J.
1. Lecturas:
a. Hechos de los Apóstoles 4, 32-35
b. I Carta de san Juan 5, 1-6
c. Juan 20, 19-31
2. Durante la Pascua, la liturgia propone a nuestra consideración experiencias diversas sobre el Señor resucitado vividas por la comunidad apostólica. Así como Yahvé manifestó su plan de salvación al pueblo de su elección, el Señor resucitado se manifiesta a sus discípulos para confirmarlos en la fe y confiarles una misión. La comunidad es el lugar donde se manifiesta el Señor y en ella comunica su gracia.
3. En la liturgia de este II Domingo de Pascua, hay un texto que llama poderosamente la atención; es la descripción que el libro de los Hechos de los Apóstoles hace sobre la comunidad de bienes: “La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma: todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían terrenos o casas los vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles, y luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno”. Nos impresiona este relato, pues contrasta con la forma como muchos buscan exclusivamente su lucro personal y no tiene ninguna sensibilidad frente al bien común. Los invito, pues, a reflexionar sobre el significado de la solidaridad, que era un rasgo distintivo de la primera comunidad cristiana.
4. ¿Por qué se comportaban de esta manera los primeros seguidores del Resucitado? Para ellos, la fe no consistía en el cumplimiento de unos ritos sino en la respuesta confiada al Señor, quien había tenido la máxima expresión de amor al dar su propia vida para que todos tuvieran Vida en abundancia. La revelación definitiva de la solidaridad de Dios con el hombre se manifestó en la Encarnación y en la Pascua de Jesucristo. La comunidad apostólica entiende que su respuesta al Dios solidario que se revela en Jesucristo es la solidaridad con los hermanos.
5. Ahora bien, para que la solidaridad no sea un discurso vacío, debe concretarse en acciones de justicia y de caridad:
a. En primer lugar, la solidaridad con los hermanos empieza por el reconocimiento de sus derechos y la creación de las condiciones para que pueda llevar una vida digna.
b. En segundo lugar, la solidaridad del creyente va más allá de la defensa y promoción de los derechos humanos para explorar las necesidades más profundas del corazón animando, consolando, acompañando; la solidaridad del creyente desborda el ámbito de la justicia y se manifiesta como amor, ternura y don.
c. La comunidad apostólica, que había escuchado embelesada los relatos de los testigos directos de Jesús y que había meditado sus enseñanzas cuando se reunía para la fracción del pan, sabía que su misión de anunciar la Buena Noticia del Resucitado se cumplía cuando el mandamiento nuevo, comunicado en la Cena de despedida por el Señor a sus apóstoles, se traducía en acciones concretas.
6. Cuando uno revisa la historia de la Iglesia, descubre cómo la comunidad de los fieles ha respondido, en la práctica, a los desafíos propios de la solidaridad en cada momento histórico: durante las persecuciones, confortando la fe de los que vacilaban; en las guerras, curando a los heridos y atendiendo a las viudas y a los huérfanos; durante las epidemias, sirviendo a los enfermos y enterrando a los difuntos; en las crisis económicas, alimentando a los que carecían de empleo. Por eso cada época debe hacer una lectura muy cuidadosa del entorno social y preguntarse qué significa, aquí y ahora, ser solidaria, y cuáles son los clamores concretos de los hermanos en términos de justicia y de caridad.
7. En un mundo en el que los medios de comunicación nos permiten conocer, en vivo y en directo, los sufrimientos de la humanidad por causa de los terremotos, tsunamis, bombardeos, hambrunas, desplazamiento forzado de poblaciones, la solidaridad se abre a nuevos escenarios. Para poder cubrir las crecientes necesidades de un mundo globalizado, la comunidad internacional ha desarrollado eficientes organizaciones; pensemos, por ejemplo en la Cruz Roja, Médicos sin Fronteras, Cáritas Internacional, etc. La lista es interminable.
8. Que este II Domingo de Pascua nos sintamos inspirados por el testimonio de solidaridad vivido por la primera comunidad apostólica; la fe de los discípulos de Jesucristo pasa por el compromiso que genera acciones de justicia y amor con los que padecen algún tipo de necesidad.