Homilía Dominical
Marzo 17 de 2013
Por: José Martínez De Toda, S.J.
“Anda, y en adelante no peques más”
(Juan 8, 1-11)
Moderador: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan
los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy presenta un caso de
adulterio, que según la ley judía, debía ser castigado con la muerte por
apedreamiento. ¿Está Jesús de acuerdo con este castigo público? Escuchemos el
evangelio.
Lectura del santo evangelio
según San Juan
Juan 8, 1-11
NARRADOR – En aquel
tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de
nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los letrados y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y,
colocándola en medio, le dijeron:
FARISEO – Maestro, esta
mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda
apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices?
NARRADOR – Le
preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose,
escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y
les dijo:
JESÚS – El que esté
sin pecado, que le tire la primera piedra.
NARRADOR – E
inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron
escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último. Y quedó
solo Jesús, y la mujer en medio, de pie. Jesús se incorporó y le preguntó:
JESÚS – Mujer, ¿dónde
están tus acusadores?, ¿Ninguno te ha condenado?
NARRADOR – Ella
contestó:
ADÚLTERA – Ninguno,
Señor.
NARRADOR – Jesús dijo:
JESÚS – Tampoco yo te
condeno. Anda, y en adelante no peques más.
Pregunta 1
Los fariseos
le traen a Jesús un caso difícil: “Esta mujer ha sido sorprendida en flagrante
adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices?”
Los preceptos de la Ley decían "La mujer adúltera
debe morir" (cf. Levítico 20,1,10; Dt 22,22s).
En verdad, el pecado de adulterio es muy grave, porque
arruina el amor, la familia, las relaciones humanas, el derecho del cónyuge...
En Israel, el adulterio era tenido por delito público,
pero con una interpretación machista. El
hombre casado sólo era adúltero, si tenía relaciones con una mujer casada.
En cambio la
mujer casada era adúltera, si tenía relaciones con cualquier otro hombre,
que no fuera su esposo, fuera o no casado. Quizá por eso los fariseos acusan a
la adúltera, y no al adúltero.
Pregunta 2
¿Cómo era el
castigo?
Por ser el adulterio un pecado considerado público, la
comunidad debía borrar la mancha también públicamente. El apedreamiento o
lapidación debían realizarlo los vecinos del lugar en el que el pecador había
sido descubierto en falta y, generalmente, el sitio del suplicio estaba fuera
de los muros de la ciudad. A estos condenados se les enterraba hasta la cintura
en estiércol, se les rodeaba todo el torso con estopa y se les introducía en la
boca una antorcha encendida. Y los testigos del adulterio eran los primeros en
arrojar las piedras contra la adúltera.
Pregunta 3
¿Cómo responde Jesús?
Jesús no condena a nadie. Él repetía: “No juzguen y no
serán juzgados”. Sabe que todos somos pecadores ante Dios. Y quiere que todos
nos sintamos pecadores.
Jesús busca que los fariseos se pongan en el lugar de
la pecadora, reconozcan sus propios pecados y se arrepientan. Para ello les da
tiempo, y se pone a escribir sobre la tierra (v.6), como hacían algunos jueces
romanos que escribían la sentencia en la tierra.
Pero los fariseos le acosan para que se defina.
Entonces Jesús se levanta y les encara:
-
"El que esté sin pecado, que tire la primera
piedra" (cf. Mt 7,1-5).
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al
oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el
último. Con esta huída reconocen que son pecadores, pero no se arrepienten de
ello.
Pregunta 4
¿Qué hace
Jesús con la adúltera?
La mujer ha quedado sola. Jesús le da una oportunidad.
Se levanta y le dice:
“¿Dónde están tus acusadores?, ¿Ninguno te ha
condenado?” Ella contestó:
-
“Ninguno, Señor”.
Y Jesús le dijo:
“Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no
peques más”.
Jesús perdona, pero le da una libertad responsable. El
peligro para ella ha terminado. Pero así como ella ha sido liberada de sus
acusadores, ahora debe liberarse de su propio pecado. Jesús respeta nuestra
voluntad libre, pero quiere ayudarnos a llegar a ser personas verdaderamente
libres.
Pregunta 5
¡Qué buen
gesto el de Jesús!
Se pueden observar varias cosas:
Primero: Jesús, como siempre, se declara a favor de la persona
más necesitada, en este caso la adúltera, que estaría temblando y angustiada,
pues estaba segura que iba a ser apedreada en público. Es la postura de Dios
hacia la debilidad humana.
Al ofrecernos su misericordia nos enseña también a ver
a los otros con ojos misericordiosos.
La divinidad de Jesús se expresa a través del amor.
Segundo: Jesús es el Dios de la libertad y del respeto a las
propias decisiones, aunque sean pecado. Jesús nos perdona y nos invita a que
nos liberemos.
Tercero: Jesús da un paso en la civilización: no está de
acuerdo ni con la pena de muerte ni con la humillación pública bochornosa. A
Jesús no le gusta destruir ni la vida ni la reputación. Jesús es Dios de vida.
Desearle a otro la muerte o amenazarle con ella no es cristiano.
Pregunta 6
¿Qué opina
Jesús exactamente del adulterio?
Jesús condena el adulterio, tanto del hombre como de
la mujer.
Pero dijo más: "El que mira a una mujer con
lujuria ya ha cometido adulterio en su corazón" (Mateo 5,28).
Jesús es bueno, pero no es tonto. No nos dice
"todo vale", como muchos lo repiten hoy día. Jesús llama al mal mal y
lo condena. Para los seguidores de Jesús no todo vale. Jesús no vino a
justificar nuestros pecados sino a liberarnos, a lavarnos y a enseñarnos una
manera nueva de vivir.
Por otra parte, el sexo es santo. Pero no puede uno
dejarse llevarse por él. Un río bien encauzado es hermoso, útil y presta mil
servicios a la zona que riega. Pero un río desbordado arrasa y destruye todo a
su paso.
La sexualidad desbordada y salvaje destruye
matrimonios, familias, deja a los hijos a la intemperie, y a las personas sin
raíces, sin rumbo y sin amor verdadero.
Hay muchos ejemplos de adulterio, como el de la doble
personalidad:
-
“Cuando estoy
aquí, soy responsable: mi trabajo, mi casa, mi familia, mi esposa, mis hijos,
mi iglesia... Cuando voy a otra ciudad, soy otro: me lleva el vicio, la bebida,
las mujeres, el sexo…
Jesús nos repite: “Anda, y no peques más”.
Despedida
Les invitamos a la Eucaristía, sacramento del amor. Ahí recibimos el perdón de Jesús, y nos da fuerza para no juzgar a los demás y no pecar más.
Les invitamos a la Eucaristía, sacramento del amor. Ahí recibimos el perdón de Jesús, y nos da fuerza para no juzgar a los demás y no pecar más.