Final De Los Tiempos

viernes, 9 de agosto de 2013

HOMILÍA DOMINICAL Agosto 11 de 2013


HOMILÍA DOMINICAL
Agosto 11 de 2013

Por: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

El pasado, el presente y el futuro
leídos desde la fe

Las lecturas de este domingo nos ofrecen elementos muy interesantes para comprender el transcurrir de la existencia humana. Ciertamente, la vida de todos nosotros tiene un pasado, donde están los archivos de las experiencias vividas, un presente de luchas y esfuerzos, y un futuro, del cual quisiéramos minimizar los riesgos. Esta vivencia del tiempo – pasado, presente y futuro -, que es común a todos los seres humanos, tiene sus particularidades para los que creemos que Jesucristo es nuestro Señor y Salvador; las claves de interpretación son diferentes. Hacia allá apuntan los lecturas de este domingo:

- El libro de la Sabiduría recuerda al pueblo de Israel la impronta que ha dejado en su historia la liberación de la esclavitud; esta experiencia pasada sigue marcando el presente y el futuro de este pueblo; el Dios de la Alianza ha sido el actor central en la historia de la comunidad.

- La Carta a los Hebreos tiene un expresivo texto sobre la fe: “La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven”.

- El evangelio de Lucas le dice a la primera comunidad cristiana cómo debe vivir el presente: “Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas”.

Reflexionemos sobre los diversos significados que tienen el pasado, el presente y el futuro, dependiendo de la experiencia espiritual que se tenga.

Empecemos por reflexionar sobre el pasado, que marca profundamente nuestra realidad presente y el rumbo que tomaremos en los años venideros. Cada uno de nosotros lleva sobre sus hombros el morral o mochila de la educación recibida, de las experiencias vividas y del ambiente que nos ha rodeado:

- Para unos, regresar al pasado y recordar a los seres que ya no están, los llena de nostalgia. Las personas mayores regresan con frecuencia a sus recuerdos; se sienten cómodas en compañía de sus reminiscencias.

   - Para otros, regresar al pasado es abrir heridas que se creían cicatrizadas. Para muchos hermanos nuestros, el pasado es una pesadilla de violencia y maltrato que se quisiera borrar para siempre.

   -  ¿Qué lectura de su pasado hace el que cree en Jesucristo? El creyente tiene sus momentos de nostalgia y evocación, pero es capaz de ir más allá; el creyente es consciente de sus heridas, pero no queda atrapado en sus resentimientos, sino que se abre al perdón y a la esperanza.


- Para el creyente, el pasado es historia de salvación; en medio de la turbulencia de los acontecimientos, descubre la presencia amorosa de Dios que es siempre fiel a su palabra. 
 

- Para el creyente, los fracasos y errores son leídos a la luz de la parábola del hijo pródigo, donde el padre amoroso siempre espera el retorno del hijo.

- Así, pues, para el creyente el pasado es mucho más que nostalgias y heridas; es lugar de encuentro con el amor misericordioso de Dios.

Veamos cómo experimentan el presente los que han recibido el don de la fe, y los que viven dentro de otros sistemas de pensamiento:

- Hay personas cuyo horizonte se agota en el presente, concentrando en él todas sus energías; evitan mirar hacia el pasado porque no quieren confrontarse ni asumir sus errores; tampoco quieren mirar hacia el futuro porque lo ven cargado de incertidumbres; se concentran en el presente con la intensidad con que un cazador busca su presa; van por la vida a la caza de oportunidades de enriquecerse, de divertirse, de ahorrarse incomodidades y sufrimientos. Su vida se agota en el aquí y en el ahora.

- El creyente hace una lectura muy diferente del presente; lo ve como una oportunidad de descubrir el plan de Dios; no quiere atraparlo con desesperación para que no se escape, sino que quiere asumirlo como una invitación que Dios le hace.

- Por eso el creyente vive el presente con paz, con un sentido de la responsabilidad y atento a la voluntad de Dios que se expresa a través de los acontecimientos; es la actitud a la que invita el evangelio de Lucas que hemos escuchado: “Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas”.

Comprendemos, entonces, que quien sigue a Jesucristo tiene una lectura particular del pasado y del presente. Veamos ahora cómo afronta el futuro:

- Ciertamente, el futuro se nos presenta lleno de incertidumbres. Algunas personas pretenden anticipar el futuro acudiendo a charlatanes que dicen conocerlo interpretando la posición de los astros o leyendo las líneas de la mano…

- El creyente comparte las incertidumbres que preocupan a todos los seres humanos respecto a la salud, el trabajo, la familia, etc. Pero la certeza que le ofrece Cristo resucitado le permite ir más allá, de manera que el futuro no se ve como un túnel oscuro que conduce a la nada, sino que es camino que conduce hacia la plenitud de la vida. La resurrección de Cristo y la certeza de que Él nos ha precedido en la casa del Padre da una perspectiva luminosa a la vida. El pasado, el presente y el futuro significan, para el creyente, escenarios de encuentro con Jesucristo que es el camino, la verdad y la vida.