Por
Jorge Humberto Peláez S.J.
1. Lecturas:
a. Hechos de los Apóstoles 9, 26-31
b. 1ra. Carta de san Juan 3, 18-24
c. Juan 15, 1-8
2. “Yo soy la vid
verdadera y mi Padre es el viñador”. Con estas palabras, el evangelista
Juan introduce un texto en el cual se destacan la delicadeza de las imágenes
empleadas y la profundidad mística de su contenido. A partir de una hermosa
escena tomada de la vida del campo, el evangelista nos descubre el tipo de
relación que Dios ha querido establecer con nosotros por medio de su Hijo
encarnado.
3. Cuando meditamos en el alcance del mensaje comunicado a
través de la sugestiva imagen de la vid y los sarmientos, nos sentimos
sobrecogidos. Dios nos está diciendo que la Pascua de Jesucristo ha permitido que
sucediera lo inimaginable, que se unieran extremos que, desde la lógica humana,
parecían absolutamente contrastantes y lejanos: Dios que es la plenitud del ser
y las limitaciones humanas, el Creador y la creatura, la santidad infinita y el
pecado. Los extremos, que parecían irreconciliables, se unen en el Señor
resucitado: el Señor es la vid verdadera, nosotros somos los sarmientos y el
Padre es el viñador. A través de esta hermosa imagen campesina, Dios nos revela
el tipo de relación que quiere construir con cada uno de nosotros a través de
la comunidad.
4. Conectemos este expresivo texto sobre la vid y los
sarmientos con los sacramentos de la Iglesia. Por las aguas del bautismo
participamos de la Pascua del Señor, y entramos a formar parte de la comunidad
de fe. Empezamos a nutrirnos de esa savia que es la gracia divina. Los
bautizados son los sarmientos de la vid verdadera. Por eso la dinámica de la
vida cristiana es ir fortaleciendo la unión con Dios de manera que los valores
evangélicos estén presentes en todas nuestras actuaciones; en el lenguaje del
evangelista Juan, que demos frutos.
5. Ahora bien, el camino de la vida cristiana está lleno de
trampas mortales, pues el pecado acecha en todas partes, no solo en el interior
de nuestros corazones sino también en las estructuras sociales... Innumerables
fuerzas confabulan para que los sarmientos se separen de la vid.
6. La imagen de la vid y los sarmientos que deben dar fruto
nos está gritando que la fe cristiana es mucho más que un sentimiento espiritual
o una emoción estética; la fe que el Señor pide debe dar frutos de compromiso
con los hermanos.
7. Este relato del evangelista Juan tiene, como concepto
central, el verbo PERMANECER; se
repite siete veces. ¿Qué nos dice este verbo, que aparece con tanta
insistencia? Describe la solidez que debe tener nuestra relación con Dios, la
cual no puede ser “de tiempo parcial”, manifestándose unas veces y otras
ocultándose, a merced de los caprichos momentáneos y de los intereses
cambiantes. La identidad cristiana debe dejar una huella inconfundible en la
vida familiar, en la manera como interactuamos con los demás, en la calidad de
los servicios profesionales que ofrecemos, en la transparencia de los negocios
que hacemos, etc. El verbo PERMANECER
subraya la coherencia entre lo que confesamos con las palabras y las acciones
que realizamos.
8. Cuando leemos los libros del Antiguo Testamento, nos
sorprende la terrible inestabilidad del pueblo escogido que, a pesar de las
especialísimas muestras de afecto y predilección que continuamente recibía de
Yahvé, con frecuencia murmuraba contra Dios y sus dirigentes, y en repetidas
ocasiones se apartó de la fe en un solo Dios para rendir culto a los dioses de
los pueblos vecinos. A pesar de esa tormentosa historia de infidelidades, el
Dios de la Alianza es el siempre fiel, y espera que el pueblo recupere su ruta.
Es el llamado a la conversión que resuena con tanta fuerza en la predicación de
los profetas y en la proclamación del Reino de Dios.
9. El evangelio de hoy termina con una motivación que nos
llena de entusiasmo: “La gloria de mi
Padre consiste en que den mucho fruto”. Dios quiere nuestra felicidad, que
desarrollemos al máximo nuestras cualidades, que nuestro proyecto le apunte a
los valores consistentes y que no dilapidemos la existencia por caminos que
solo conducen a la vaciedad y al sin sentido.
10. Que esta inspiradora imagen de la vid y los sarmientos,
cuyo mensaje se sintetiza en el verbo PERMANECER,
nos ayude a desarrollar una vigorosa espiritualidad que se nutre de la oración
y de la participación en la vida sacramental de la Iglesia, y que produce
frutos abundantes al servicio de la comunidad.