Homilía Dominical
08 de Diciembre de 2013
Por: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.
Isaías 11, 1 - 10
Carta de San Pablo a los Romanos 15, 4 - 9
Mateo 3, 1-12
Durante el tiempo de Adviento nos preparamos para la celebración de los misterios de la Navidad, esa iniciativa inimaginable del amor infinito de Dios que quiso hacernos el regalo de la presencia, entre nosotros, de su Hijo Eterno, que asumió nuestra condición humana. Exploremos, en actitud de oración, las lecturas de hoy, que nos ofrecen ricos elementos para esta preparación.
El profeta Isaías destaca el nuevo liderazgo que ejercerá el Mesías. En el futuro, surgirá un líder que sacará a Israel de la lamentable postración en que se encontraba por la vergonzosa mediocridad de sus dirigentes:
*Dice Isaías: “En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre Él se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de piedad y temor de Dios”.
Dios, en su infinita sabiduría, quiso establecer una relación especialísima con el pueblo de su elección; era una relación cuyo eje era la fidelidad: “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo”. Sin embargo, el pueblo muchas veces perdió el rumbo y sucumbió a las presiones de las culturas circundantes; volvió la espalda al Dios de la alianza, ofreció sacrificios y oraciones a divinidades traídas del extranjero, abandonó el cumplimiento de los mandamientos promulgados en el Sinaí y cambió totalmente su escala de valores.
Ahora bien, el pueblo pagó un precio muy alto por sus infidelidades; así, poco a poco, fue madurando en la fe, descubrió con mayor precisión el plan de Dios y purificó sus expectativas respecto a los tiempos mesiánicos.
*El profeta Isaías, en medio de un tormentoso presente, proyectó un futuro diferente. Este texto de Isaías, leído desde la perspectiva nueva que nos aporta la resurrección del Señor, nos traza los rasgos fundamentales del Reino espiritual de justicia y amor que se nos manifiesta en la persona de Jesucristo.
El salmo 71, al que nos hemos unido recitando:
“Ven, Señor, rey de justicia y de paz”,
expresa la aspiración de los fieles por ese orden nuevo de justicia y de paz. El salmo refuerza el mensaje que nos ha comunicado el profeta Isaías sobre un liderazgo renovado y capaz de trasformar la realidad.
El evangelista Mateo contribuye a nuestra preparación para la Navidad fijando su atención en Juan Bautista, un personaje muy singular, que anunció la cercanía del Reino y la necesidad de prepararse mediante el arrepentimiento por las malas acciones cometidas.
En conjunto, el profeta Isaías, el salmista y el evangelista Mateo nos invitan a superar la inmediatez del presente para mirar hacia el futuro de una manera diferente. Nos proponen un porvenir promisorio y lleno de luz. Por eso el Adviento es tiempo de preparación y está cargado de esperanza, una esperanza que no se alimenta de sueños e ilusiones, sino de una realidad que cambió el curso de la historia, la encarnación del Hijo Eterno de Dios.
Esto pone delante de nosotros un problema extremadamente complejo: ¿cómo hacer llegar este mensaje de la esperanza cristiana, esta lectura positiva del futuro, a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que han padecido tantas formas de violencia, que se sienten atrapados en grupos de familiares y vecinos que los agreden, y que experimentan las consecuencias del capitalismo salvaje? ¿Cómo llegar a ellos, no con discursos teóricos, de los que están saturados, sino con experiencias concretas que los abran a la esperanza y así puedan caminar hacia un futuro diferente?
San Pablo, en el texto de su Carta a los Romanos que acabamos de escuchar, nos señala el camino:
“Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda a ustedes vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz, alaben a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo”.
La mejor predicación de la esperanza cristiana y de la presencia del Reino de Dios es a través del testimonio de vida de las familias y de las comunidades de bautizados.
Estos ideales de justicia y paz se hacen vida en familias y comunidades que toman en serio los valores del evangelio y los ponen en práctica, Mediante su testimonio, familias y comunidades podrán acompañar a innumerables hermanos nuestros que están prisioneros de la desesperanza y paralizados por un pesimismo que les impide marchar hacia horizontes donde se pueda vivir con dignidad.
Que el Adviento, tiempo de preparación y de esperanza, nos motive a caminar juntos para construir una sociedad diferente. La encarnación del Hijo Eterno de Dios nos dice que esa mirada trascendente hacia la plenitud del encuentro con Dios exige transformaciones aquí y ahora. La esperanza cristiana articula el futuro trascendente más allá de la muerte con el presente histórico de fraternidad, justicia y paz.