HOMILÍA 1 de Julio de 2012
Ciclo B,
Tiempo Ordinario
Domingo de
la Semana No. 13
Homilías de Fr. Nelson Medina, O. P.
1.
Parte de la bondad
de lo bueno es durar.
1.1.
Enseña
la teología clásica que las nociones trascendentales terminan siendo
equivalentes. El ejemplo más fácil de entender es la verdad y la bondad. Nadie
que aspire seriamente ha ser verdadero y honesto en todas sus cosas dejará de
ser al final una persona buena. Y lo contrario: nadie que quiera ser
genuinamente bueno podrá pactar con mentiras o trampas.
1.2.
Esto
viene a cuento porque la muerte, si lo pensamos bien, es como una intrusa que
arruina la bondad de nuestros sueños. La muerte está siempre ahí, lista para
burlarse de lo que amamos; lista para decirnos con dejo de ironía: "nada
vale la pena;" o también: "no te esfuerces; no construyas;
concéntrate en gozar hoy y nada más." Es fácil entender que la muerte es
nuestra enemiga, como es enemiga de Dios.
1.3.
Por
eso la primera lectura explica el origen de la muerte en "la envidia del
diablo." En efecto, la decisión satánica de no servir a Dios implica
apartarse de la fuente de la vida, es decir, degustar la muerte. El que sigue
ese camino encuentra el mismo sabor. La vida sabe a muerte, lejos de Dios.
1.4.
Lo
otro que sucede es que nuestros actos tienen consecuencias también más allá de
ellos mismos. Una Humanidad sin el pecado original seguramente habría sido una
Humanidad llena de luz, de meditación y de conformidad entre la mente y el
cuerpo. En esa clase de vida lo material estaría subordinado en pacífica
armonía a lo espiritual de modo que aquellos seres tratarían la vejez y la
enfermedad de modos radicalmente distintos.
1.5.
Todo
esto, por supuesto, es especulación y nunca los sabremos con absoluta certeza.
Lo que sí sabemos es que, allí donde sentimos que la voz de nuestra conciencia
hace eco a la voz de Dios, nuestra alma se rebela y rechaza la muerte.
2.
Una fuerza de vida
2.1.
En el
evangelio vemos a Jesús restaurando la vida, en dos momentos distintos: en una
persona enferma, primero, y en una niña ya difunta, después. Llama la atención
que él se sabe y siente dueño de esa fuerza de vida, y que sabe cuándo ha
"salido" de él, como se nota por la historia de la mujer que quiso
"sacarle" un milagro a escondidas.
2.2.
Es decir:
Jesús es propiamente Señor de la vida. No sólo la tiene y la concede, sino que
sabe el don que ofrece y a quién lo da. Este "saber" es importante
porque marca la diferencia entre un depósito de medicinas y un médico. Del
depósito yo podría sacar lo que yo quisiera pero es sólo el médico quien conoce
qué es lo que puede hacerme mayor bien y en qué dosis.
2.3. Miremos, por último, la escena cargada de
fuerza y de ternura en la que el Señor Jesús levanta con su mano y con su voz a
la niña muerta. Esa palabra no va hacia un muerto sino a crear de nuevo la
vida. Y esa mano extendida tiene su sentido espiritual también. La Ley de
Moisés prohibía tocar cadáveres, y quien los tocara quedaba "inmundo"
por siete días (Números 19,11). Pero Jesús no se ensucia al tocar a la niña
sino que la limpia de las sombras de la muerte.
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Primera
Lectura
Sabiduría 1,13-15;2,23-24
Dios
no hizo la muerte ni goza destruyendo los vivientes. Todo lo creó para que
subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de
muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios
creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero
la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo; y los de su partido
pasarán por ella.
Palabra de
Dios.
Salmo
Responsorial
Salmo 29
Te ensalzaré, Señor, porque me has
librado / y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. / Señor, sacaste mi
vida del abismo, / me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos, /
dad gracias a su nombre santo; / su cólera dura un instante; / su bondad, de
por vida; / al atardecer nos visita el llanto; / por la mañana, el júbilo.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí; /
Señor, socórreme. / Cambiaste mi luto en danzas. / Señor, Dios mío, te daré
gracias por siempre.
Segunda
Lectura
2 Corintios
8,7.9.13-15
Hermanos:
Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el
empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra
generosidad. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo:
siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. Pues
no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de
igualar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos
tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá
igualdad. Es lo que dice la Escritura: "Al que recogía mucho no le
sobraba; y al que recogía poco no le faltaba.”
Palabra de
Dios
EVANGELIO
Mc 5,21-43
En
aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió
mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la
sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con
insistencia: "Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella,
para que se cure y viva." Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente
que lo apretujaba.
Había
una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la
habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su
fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y,
acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo
tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus
hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había
salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando:
"¿Quién me ha tocado el manto?" Los discípulos le contestaron:
"Ves como te apretuja la gente y preguntas "¿Quién me ha
tocado?"" Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La
mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le
echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: "Hija, tu fe te ha curado.
Vete en paz y con salud."
Todavía
estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
"Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?" Jesús
alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas;
basta que tengas fe." No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la
sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos.
Entró y les dijo: "¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está
muerta, está dormida." Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y,
con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la
niña, la cogió de la mano y dijo: "Talitha qumi" (que significa:
"Contigo hablo, niña, levántate"). La niña se puso en pie
inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la
niña.”
Palabra del
Señor