Final De Los Tiempos

sábado, 23 de marzo de 2013

Domingo de Ramos Marzo 24 de 2013


Domingo de Ramos
Marzo 24 de 2013

Por: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.


Jesucristo se despoja
de su condición divina

Lecturas:
-       Profeta Isaías 50, 4-7
-       Carta de san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
-       Lucas 22, 14 – 23, 56

• Con esta liturgia del Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa, que es la conmemoración de los misterios centrales de nuestra redención: la pasión, muerte y resurrección del Señor. Estos días santos han perdido su sentido en la cultura contemporánea; se ha desdibujado su clima de oración para convertirse en una vacación más.

En este Domingo de Ramos, los invito a tomar conciencia de los misterios que celebramos. La pasión y muerte del Señor, que es el Hijo eterno de Dios hecho hombre, desbordan nuestra manera de comprender la realidad; por eso la cruz de Cristo, para unos es motivo de escándalo, y para otros es una locura.

Las dos primeras lecturas que hemos escuchado expresan, de manera impactante, el supremo gesto de amor que llevó a Jesús a la cruz:

-       El profeta Isaías describe los sufrimientos del siervo de Yahvé quien, con siglos de anticipación, anunció lo que sería la pasión del Señor: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos”. Esta desgarradora escena del siervo de Yahvé es un anticipo de las atrocidades que sufrirá Cristo.

-       En su Carta a los Filipenses, san Pablo explica a la comunidad el significado profundo de los acontecimientos que se desarrollaron en Jerusalén durante los días santos; escribe san Pablo: “Cristo, siendo Dios, no consideró que debería aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”.

El texto de Isaías y las palabras de san Pablo nos indican que la redención de la humanidad hace saltar en mil pedazos los razonamientos humanos para trasladarnos a unos horizontes insospechados de entrega sin límites. A la luz de la sabiduría humana, la cruz de Cristo es escándalo y locura.

Los seres humanos buscamos, legítimamente, ser aceptados y reconocidos, tener unos mejores ingresos; estas aspiraciones son justas. Sin embargo, el plan de salvación nos presenta una realidad estremecedora:

Cristo, siendo Dios, se despoja de su condición divina, abraza la cruz para que nosotros pudiéramos acceder a la dignidad de hijos de Dios. Este es el misterio de amor y entrega que conmemoramos en estos días santos. Por eso los invito a NO tomar a la ligera la Semana Santa; no nos quedemos en una mirada superficial de las ceremonias y procesiones de estos días, que pueden ser más o menos pintorescas. En el silencio de la oración, dejémonos interpelar por el amor de Cristo que, dando su vida, nos permite acceder a una realidad absolutamente nueva.

La liturgia de este domingo conmemora la entrada del Señor en Jerusalén, donde estaba el Templo, centro de la vida religiosa del pueblo de Israel. Jerusalén es una ciudad única; es reconocida como la ciudad santa de las tres grandes religiones monoteístas: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

Jesucristo, el Mesías anunciado por los profetas, toma posesión de la capital del rey de David, de una manera insólita; cabalgando en un burro; sin pretensiones; al pasar por sus calles, la gente sencilla reconoce el liderazgo excepcional que irradiaba, mientras que los poderosos lo fulminaban con sus miradas cargadas de odio.

Para los fieles de la Iglesia Católica, este Domingo de Ramos está acompañado de fuertes emociones; el Papa Francisco asume su servicio como Vicario de Cristo con humildad, despojándose de aquellas formas externas asociadas con el poder y la riqueza. Los ojos del mundo cristiana – no sólo de los católicos - están puestos en el nuevo Papa; los fieles esperan que lidere la renovación de la Iglesia de manera que, a través del testimonio de sus Pastores, se disipen las nubes de sospechas que impiden que los valores del Evangelio transformen la cultura contemporánea, hambrienta de espiritualidad y sentido.

El Papa Francisco llena de esperanza a la Iglesia; oremos para que tenga la fortaleza para cambiar lo que haya que cambiar.