Domingo de Ramos
Marzo 24 de 2013
Por: Jorge Humberto Peláez Piedrahita,
S.J.
Jesucristo se despoja
de su condición divina
• Lecturas:
-
Profeta Isaías 50, 4-7
-
Carta de san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
-
Lucas 22, 14 – 23, 56
• Con esta
liturgia del Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa, que es la
conmemoración de los misterios centrales de nuestra redención: la pasión,
muerte y resurrección del Señor. Estos días santos han perdido su sentido en la
cultura contemporánea; se ha desdibujado su clima de oración para convertirse
en una vacación más.
• En este
Domingo de Ramos, los invito a tomar conciencia de los misterios que
celebramos. La pasión y muerte del Señor, que es el Hijo eterno de Dios hecho
hombre, desbordan nuestra manera de comprender la realidad; por eso la cruz de
Cristo, para unos es motivo de escándalo, y para otros es una locura.
• Las dos
primeras lecturas que hemos escuchado expresan, de manera impactante, el
supremo gesto de amor que llevó a Jesús a la cruz:
-
El profeta Isaías describe los sufrimientos del siervo
de Yahvé quien, con siglos de anticipación, anunció lo que sería la pasión del
Señor: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me
tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos”. Esta
desgarradora escena del siervo de Yahvé es un anticipo de las atrocidades que
sufrirá Cristo.
-
En su Carta a los Filipenses, san Pablo explica a la
comunidad el significado profundo de los acontecimientos que se desarrollaron
en Jerusalén durante los días santos; escribe san Pablo: “Cristo, siendo Dios,
no consideró que debería aferrarse a las prerrogativas de su condición divina,
sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de
siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a
sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”.
• El texto
de Isaías y las palabras de san Pablo nos indican que la redención de la
humanidad hace saltar en mil pedazos los razonamientos humanos para
trasladarnos a unos horizontes insospechados de entrega sin límites. A la luz
de la sabiduría humana, la cruz de Cristo es escándalo y locura.
• Los seres
humanos buscamos, legítimamente, ser aceptados y reconocidos, tener unos
mejores ingresos; estas aspiraciones son justas. Sin embargo, el plan de
salvación nos presenta una realidad estremecedora:
Cristo, siendo Dios, se despoja de su condición divina, abraza la cruz
para que nosotros pudiéramos acceder a la dignidad de hijos de Dios. Este es el
misterio de amor y entrega que conmemoramos en estos días santos. Por eso los
invito a NO tomar a la ligera la Semana Santa; no nos quedemos en una mirada
superficial de las ceremonias y procesiones de estos días, que pueden ser más o
menos pintorescas. En el silencio de la oración, dejémonos interpelar por el
amor de Cristo que, dando su vida, nos permite acceder a una realidad
absolutamente nueva.
• La
liturgia de este domingo conmemora la entrada del Señor en Jerusalén, donde
estaba el Templo, centro de la vida religiosa del pueblo de Israel. Jerusalén
es una ciudad única; es reconocida como la ciudad santa de las tres grandes
religiones monoteístas: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.
•
Jesucristo, el Mesías anunciado por los profetas, toma posesión de la capital
del rey de David, de una manera insólita; cabalgando en un burro; sin
pretensiones; al pasar por sus calles, la gente sencilla reconoce el liderazgo
excepcional que irradiaba, mientras que los poderosos lo fulminaban con sus
miradas cargadas de odio.
• Para los
fieles de la Iglesia Católica, este Domingo de Ramos está acompañado de fuertes
emociones; el Papa Francisco asume su servicio como Vicario de Cristo con
humildad, despojándose de aquellas formas externas asociadas con el poder y la
riqueza. Los ojos del mundo cristiana – no sólo de los católicos - están
puestos en el nuevo Papa; los fieles esperan que lidere la renovación de la
Iglesia de manera que, a través del testimonio de sus Pastores, se disipen las
nubes de sospechas que impiden que los valores del Evangelio transformen la
cultura contemporánea, hambrienta de espiritualidad y sentido.
• El Papa
Francisco llena de esperanza a la Iglesia; oremos para que tenga la fortaleza
para cambiar lo que haya que cambiar.