Homilía Solemnidad de la Natividad del Señor
Diciembre 25 De 2011
Primera: Is 52, 7-10; Salmo 97; Segunda: Heb 1, 1-6; Evangelio: Jn 1, 1-18
Nexo entre las lecturas
Podríamos decir que las lecturas del día de Navidad se concentran en dar una respuesta al gran interrogante que ha atravesado dos mil años de cristianismo: ¿Quién es Jesucristo? La respuesta la encontramos, sobre todo, en el prólogo del evangelio según san Juan: El Verbo, el creador del universo, la luz del mundo, el revelador del Padre, etc. Esta respuesta del evangelio es colocada en el ámbito del profetismo del Antiguo Testamento: Jesucristo, el mensajero que trae la paz y la salvación (primera lectura); Jesucristo, el último y definitivo profeta de Dios (segunda lectura).
Mensaje doctrinal
¿Quién es Jesucristo?
En todo el mundo cristiano el día 25 celebramos el nacimiento de un niño: Jesús de Nazaret que ha revolucionado durante dos mil años la historia de la humanidad, sobre todo del Occidente. Quienes no son cristianos tal vez se pregunten quién es ese niño que celebran los cristianos con tanta solemnidad. Y no está mal que también nosotros, en esta singular ocasión de la Navidad, nos lo preguntemos. O mejor, todavía, lo preguntemos a la Biblia, a través de la cual Dios nos habla y se nos revela.
1. Jesucristo es el Verbo, que vive en el seno de Dios, y que pone su tienda entre los hombres, en un determinado momento de la historia. Jesucristo, antes de ser una palabra pronunciada por la historia, es La Palabra pronunciada por el mismo Dios. En el mundo de Dios el Padre está pronunciando eternamente La Palabra. En Belén, en tiempo del emperador Augusto, La Palabra eterna es pronunciada por labios humanos, se convierte en palabra de carne. Se llama Jesús de Nazaret. ¿Quién es Jesús? Es el Verbo, que al ser pronunciado por los hombres, suena Jesús de Nazaret.
¿Quién es el Verbo?
Es Jesús, a quien el Padre llama La Palabra. En el misterio de Jesucristo no se puede separar la eternidad del tiempo, el Verbo de Jesús. Sería traicionar la revelación de Dios. A lo largo de la historia Dios había pronunciado palabras por medio de los profetas, palabras que manifestaban de modo incompleto la revelación de Dios. Con Jesucristo el Padre pronuncia la última, definitiva y única Palabra, en la que se compendia y llega a plenitud toda la revelación (segunda lectura).
2. Jesús es la vida y la verdadera luz del mundo. Vida y luz son dos imágenes muy usada en todo el Antiguo Testamento. Dios es el creador de la vida (plantas, animales, hombre). A la vez que creador, es también el señor, que dispone de ella según sus inescrutables designios. El hombre ha sido creado para la vida, no para la muerte. Con todo, a causa del pecado, el reino de la muerte se ha instalado en la historia. Cuando los cristianos proclamamos que Jesús es la vida, afirmamos que él es el vencedor de la muerte y el restaurador de la vida en la humanidad. Al restaurar la vida, ésta es como un faro de luz en un mundo prisionero de la tiniebla. Al confesar que Jesús de Nazaret, en el momento mismo de nacer es vida y luz de los hombres, estamos afirmando también que no es una vida cualquiera o una luz cualquiera, efímera y débil, sino la Vida y la Luz originales, presentes en Dios mismo. Porque es Vida y Luz, su historia personal, una más en sí misma entre las historias de los hombres, es fuente de Vida y de Luz para la humanidad entera.
3. Jesús es el revelador del Padre. "A Dios nadie le ha visto jamás, el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, nos lo ha revelado". Jesucristo no sólo es el revelado por los profetas, por ejemplo, por Miqueas, como mensajero de paz, de consolación y de salvación, o no sólo es revelado superior a los ángeles (segunda lectura). Él mismo, en persona, es revelador. ¿Y qué otra realidad más honda puede revelarnos sino el misterio de Dios, del que viene y en el que habita, absolutamente desconocido para los hombres? El Padre no es visible. Se hace visible y presente en Jesucristo. Lo hace visible hablándonos del Padre, v.g. las parábolas del padre misericordioso, y sobre todo nos habla del Padre en su modo de vivir y de estar en el mundo, entre los hombres.
Sugerencias pastorales
1. Para ti, ¿quién es Jesucristo? Hemos de dejar las cuestiones generales y preguntarnos de modo muy personal: "Para mí, ¿quién es Jesucristo?". Según que se responda a esta pregunta con los labios, con el corazón y sobre todo con la vida, nuestra existencia seguirá un rumbo u otro, seguirá unos parámetros u otros según los cuales vivir. Si Jesucristo lo es todo para mí: mi Dios, mi salvador, mi modelo, mi todo, trataré de hacer real en mi vida este convencimiento. Si Jesucristo es un hombre extraordinario, el más enigmático y grandioso entre los hijos de Adán, pero nada más que hombre, seré tal vez un gran admirador de su figura, trataré de seguir su vida moralmente ejemplar, pero nunca caeré de rodillas ante él, ni le invocaré como redentor, ni estaré dispuesto a dar mi vida por creer en él. Si Jesucristo no fue más que "un hippie entre yuppies", como alguien ha dicho, o un mesías fallido como piensan muchos judíos, o un "avatar" más entre tantos otros que han existido y continúan viniendo a la existencia, ¿qué sentido tiene seguir siendo discípulo de Jesús de Nazaret? ¿Para qué seguir haciendo una pantomima recitando el credo? Que esta Navidad reafirmemos nuestra fe en "Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre", en "Jesucristo, redentor del hombre".
2. Presencia de Cristo en la historia. Jesucristo es el viviente. Él no ha pasado a la historia, como tantos personajes que un día, hace siglos o milenios, eso no importa, amaron y fueron amados, recorrieron los mismos espacios o semejantes a los que hoy recorremos en pueblos o ciudades de nuestro planeta. Jesucristo no pertenece al pasado. Mientras los hombres tenemos, por nuestra misma condición histórica, una relación con el pasado y con el futuro, Él es un presente sin más relación. Él vive, está a tu lado, te acompaña. Él te ama, se interesa por ti, te ilumina con su luz, te habla palabras de verdad y vida. Él quiere tu bien, no te deja tranquilo cuando tomas un mal camino, es un amigo que siempre te jugará limpio frente a la verdad, frente al eterno destino. Jesús vive en tu corazón por la amistad y comunión con él. Vive en la eucaristía, en el sagrario. Vive en la Biblia, Palabra inmortal de Dios al hombre. Vive en los hombres y mujeres que creen en él, le aman y siguen sus pasos. Vive en el Papa y en los Obispos que le representan ante los hombres. Vive en los niños inocentes, él que nunca dejó de ser niño en su relación con su Padre. Él vive para darnos la vida, para recordarnos siempre que nuestro destino es la vida, o mejor, la Vida.