Domingo 17
de junio de 2012
Homilía Domingo 17 De Junio De 2012
Marcos 4, 26-34
Por Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
“(...) lo mismo de noche que de día, la semilla
nace y crece sin que él sepa cómo”
El
Evangelio de hoy nos recuerda algo fundamental para el proceso de construcción
de una comunidad de fe: El crecimiento en la vida de comunión, como en todo lo
que implica la vida espiritual de las personas, es un regalo de Dios, una
gracia. El crecimiento comunitario es un don que es necesario pedir con
humildad. Dietrich Bonhoeffer, teólogo alemán, sostiene que "Comunidad
cristiana significa comunión en Jesucristo y por Jesucristo. Ninguna comunidad
cristiana podrá ser más ni menos que eso. Y esto es válido para todas las
formas de comunidad que puedan formar los creyentes, desde la que nace de un
breve encuentro hasta la que resulta de una larga convivencia diaria. Si
podemos ser hermanos es únicamente por Jesucristo y en
Jesucristo"(Dietrich Bonhoeffer, Vida en Comunidad).
Hablando del Reino de Dios, que es lo que
queremos hacer realidad cuando nos reunimos para construir la comunión
fraterna, Jesús nos recuerda que se trata de algo que acontece aún durante
nuestros momentos de descanso. El Reino de Dios crece, aunque los que han
sembrado la semilla estén despiertos o dormidos: “Con el reino de Dios sucede
como con el hombre que siembra semilla en la tierra: que lo mismo da que esté
dormido o despierto, que sea de noche o de día, la semilla nace y crece, sin
que él sepa cómo. Y es que la tierra produce por sí misma: primero el tallo,
luego la espiga y más tarde los granos que llenan la espiga. Y cuando el grano
ya está maduro, la recoge, porque ha llegado el tiempo de la cosecha”.
En
este mismo sentido se expresa Pablo, para quien el constructor principal de la
comunidad no es el dueño de ésta, ni el crecimiento puede ser atribuido a
alguien en particular. Eso le da una característica muy propia a la comunidad
cristiana, porque es de Dios y todos los miembros de una comunidad son sólo
servidores unos de otros y del proyecto de comunión: “A fin de cuentas, ¿quién
es Apolo?, ¿quién es Pablo? Simplemente servidores, por medio de los cuales
ustedes han llegado a la fe. Cada uno de nosotros hizo el trabajo que el Señor
le señaló; yo sembré y Apolo regó, pero Dios es quien hizo crecer lo sembrado. De
manera que ni el que siembra ni el que riega son nada, sino que Dios lo es
todo, pues él es quien hace crecer lo sembrado. Los que siembran y los que
riegan son iguales, aunque Dios pagará a cada uno según su trabajo. Somos
compañeros de trabajo al servicio de Dios, y ustedes son un sembrado y una
construcción que pertenece a Dios” (1 Corintios 3, 5-9).
Hay algunos superiores o responsables de las
comunidades que sienten la obligación de responder por el crecimiento de la
comunidad y de cada uno de los miembros. Esto los lleva a tomarse demasiado a
pecho la santificación de sus súbditos, como si de ellos dependiera este
crecimiento espiritual. Dicen que Dios le dijo una vez a un superior y a un
ecónomo de una comunidad: “Ustedes encárguense de hacerlos felices; de hacerlos
santos, me encargo yo...”.