HOMILIA DOMINICAL
Diciembre 16 de 2012
Por: Hermann Rodríguez
Osorio, S.J.
“Juan anunciaba las buenas noticias a la
gente”
(Lucas 3, 10-18)
La predicación es un arte que no es fácil adquirir y
siempre habrá quejas porque es muy extensa, o muy breve o porque en lugar de
referirse a la Palabra de Dios nos detenemos en asuntos de la política o de los
problemas económicos… pero si el predicador hace referencia a las Escrituras,
es fácil escuchar también a otros que se quejan que lo único que hace el predicador
es repetir las lecturas sin hacer referencias a la realidad actual.
Es muy difícil tener contenta a la gente con nuestra
predicación, pero también ha que reconocer que muchas veces los que prestamos
este servicio en la Iglesia, necesitamos preparar con mayor cuidado lo que
vamos a decir, de manera que las personas que nos escuchan se sientan
‘edificados’ e invitados a cambiar su propia vida. En el oficio de lectura de
la memoria de San Vicente Ferrer, se ofrece un texto tomado de su Tratado sobre
la vida espiritual, en el que hay una serie de recomendaciones sobre la
predicación que vale la pena recordar hoy:
“En la
predicación y exhortación debes usar un lenguaje sencillo y un estilo familiar,
bajando a los detalles concretos. Utiliza ejemplos, todos los que puedas, para
que cualquier pecador se vea retratado en la exposición que haces de su pecado;
pero de tal manera que no des la impresión de soberbia o indignación, sino que
lo haces llevado de la caridad y espíritu paternal, como un padre que se compadece
de sus hijos cuando los ve en pecado o gravemente enfermos o que han caído en
un hoyo, esforzándose por sacarlos del peligro y acariciándoles como una madre.
Hazlo alegrándote del bien que obtendrán los pecadores y del cielo que les
espera si se convierten. Este modo de hablar suele ser de gran utilidad para el
auditorio. Hablar en abstracto de las virtudes y los vicios no produce impacto
en los oyentes”.
El texto del evangelio que nos presenta la Escritura en
el día de hoy nos cuenta cómo predicaba San Juan Bautista, poniendo ejemplos
muy claros y comprensibles para aquellos que le preguntaban qué debían hacer:
“El que tenga
dos trajes, dele uno al que no tiene ninguno; y el que tenga comida, compártala
con el que no la tiene”.
Y cuando le preguntaron unos publicanos sobre lo que
debían hacer, les dijo:
“No cobren más
de lo que deben cobrar”.
Más adelante se habla de unos soldados que también se
acercaron para saber qué debían hacer ellos, y Juan les dice:
“No le quiten
nada a nadie, ni con amenazas ni acusándolo de algo que no haya hecho, y
conformándose con su sueldo”.
Todo esto, lo decía Juan, teniendo claro que no se
anunciaba a sí mismo, sino que su tarea era preparar el encuentro de cada uno
de sus oyentes con el Señor que venía a su encuentro de modo personal.
Al acercarse la
celebración de la Navidad, nos sentimos invitados a cambiar muchas cosas en
nuestra vida y la predicación debe señalar con ejemplos claros y sencillos las
cosas que podemos cambiar, invitando a las personas que buscan una respuesta a
descubrir lo que podemos y debemos hacer para que hoy vuelva a ser Navidad en medio de nosotros y en medio
de nuestro pueblo.
De acuerdo a la situación concreta de los oyentes que
tenemos delante, deberíamos hacer el esfuerzo por concretar los cambios que
podrían hacer en sus propias vidas y bajar a lo concreto, como lo recomiendo
San Vicente Ferrer y como lo hace el Bautista…
Esto es
anunciar “las buenas noticias a la gente”.