Homilía Dominical
Diciembre 09 de 2012
Por: Jorge Humberto
Peláez Piedrahita, S.J.
Vivamos en familia
los preparativos de la Navidad
• Lecturas:
- Profeta Baruc 5, 1-9
- Carta de san Pablo a los Filipenses 1, 4-6. 8-11
- Lucas 3, 1-6
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Las lecturas bíblicas que la liturgia nos
propone en este tiempo de Adviento van creando el clima espiritual para
celebrar en la fe el nacimiento del Señor. Los textos seleccionados nos invitan
a profundizar en las experiencias espirituales vividas por el pueblo de Israel
– lecturas del Antiguo Testamento -, y por la comunidad apostólica – lecturas
del Nuevo Testamento -, a través de las cuales van descubriendo la acción de
Dios en la historia.
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El Salmo 125 y el relato del profeta Baruc, que
acabamos de escuchar, expresan los sentimientos de alegría del pueblo de
Israel, después de haber vivido la pesadilla del cautiverio de Babilonia y
poder regresar a la tierra de sus mayores:
- El Salmo dice: “Cuando el Señor nos hizo volver
del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se
cansaba entonces la lengua de cantar”. La alegría contagiosa del salmista va
mucho más allá de los sentimientos naturales de un exiliado que regresa a casa.
El salmista manifiesta la inmensa felicidad de reencontrarse con su historia,
sus tradiciones, sus prácticas religiosas libres de toda coacción política.
- El profeta Baruc expresa sentimientos
semejantes: “Jerusalén, despójate de tus vestidos de luto y aflicción, y
vístete para siempre con el esplendor de la gloria que Dios te da. Levanta los
ojos y contempla a tus hijos; salieron a pie, llevados por los enemigos; pero Dios
te los devuelve llenos de gloria, como príncipes reales”.
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Estos dos textos del Antiguo Testamento expresan
el tránsito de la esclavitud a la liberación, de las lágrimas a los cantos de
alegría. Ahora bien, ¿qué relación existe entre el contenido de estas lecturas
y el tiempo de Adviento? ¿Cuál es el propósito de la liturgia al presentarlas a
la meditación de los fieles este II domingo de Adviento?
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Esta referencia al regreso de la cautividad de
Babilonia prepara espiritualmente a la comunidad cristiana para que celebre el
nacimiento del Señor como la suprema liberación de la humanidad. Cristo
liberador nos permite pasar del pecado a la libertad que otorga la gracia, del
temor que experimenta el prisionero a la alegría del hijo que se siente amado y
acogido por su padre.
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En estas semanas de Adviento tomemos conciencia
de todas las ataduras que nos amarran, de todos los condicionamientos que nos
impiden avanzar por el camino del crecimiento interior. A los israelitas de las
lecturas que acabamos de escuchar los habían deportado y explotado los
ejércitos de Babilonia; a nosotros nos esclavizan nuestras adicciones, la
envidia, la ambición desbordada, el egoísmo. Necesitamos que el Señor nos dé la
fuerza interior para superar tantas amarras y acoger su invitación.
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Este es el mensaje que nos transmite el
evangelista Lucas, cuando nos habla de la predicación de Juan Bautista, cuya
misión era preparar el camino del Señor.
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Los invito a vivir los preparativos de estas
fiestas en familia, para que así nuestros hogares vivan en profundidad el
misterio de la encarnación del Hijo Eterno del Padre, que nos proporciona una
lectura totalmente diferente de los valores esenciales de la vida; la felicidad
no se encuentra en las apariencias sino en las realidades sencillas que se
comparten con amor y generosidad.