Homilía Dominical
Junio 16 de 2013
Por: José Martínez De Toda, S.J.
“Al que mucho se le perdona, mucho ama”
Lc 7, 36 – 8, 3
El Evangelio
del domingo de hoy presenta a una prostituta, que se acerca a Jesús.
NARRADOR – En aquel
tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en
casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora,
al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de
perfume, y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle
los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de
besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había
invitado, se dijo:
FARISEO – Si éste
fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una
pecadora.
NARRADOR – Jesús
tomó la palabra y le dijo:
JESÚS – Simón,
tengo algo que decirte.
NARRADOR – El
respondió:
FARISEO – Dímelo,
Maestro.
NARRADOR – Jesús le
dijo:
JESÚS – Un
prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro
cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los
dos lo amará más?
NARRADOR – Simón
contestó:
FARISEO – Supongo
que aquel a quien le perdonó más.
NARRADOR – Jesús le
dijo:
JESÚS – Has
juzgado rectamente.
NARRADOR – Y,
volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
JESÚS – ¿Ves a
esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies: ella,
en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su
pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de
besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me
ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están
perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.
NARRADOR – Y a ella
le dijo:
JESÚS – Tus
pecados te han sido perdonados.
NARRADOR – Los demás
convidados empezaron a decir entre sí:
INVITADOS – ¿Quién es
éste, que hasta perdona pecados?
NARRADOR – Pero
Jesús dijo a la mujer:
JESÚS – Tu fe te
ha salvado, vete en paz.
Pregunta 1
–
Una prostituta arrepentida se acerca a Jesús. ¿Qué
ocurrió con ella?
Un fariseo
invitó a comer a su casa a Jesús. Pero, a pesar de que lo llama ‘Maestro’, no
tuvo los mínimos detalles de cortesía. A los huéspedes se les ofrecía agua para
lavarse los pies, se les besaba y se les ungía la cabeza con ungüento.
Nada de eso
hizo con Jesús.
Seguramente
la noticia de la cena con Jesús recorrió la ciudad, y la gente se asomaba al
sitio de la cena.
Los
invitados se sentaban en almohadas con la cabeza junto a la mesa y los pies
extendidos hacia atrás.
“Y he aquí
que una mujer, que había sido pecadora en la ciudad, trajo un frasco de
perfume, y colocándose detrás junto a los pies de Jesús, regaba sus pies con
sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los
ungía con el perfume”.
Pregunta 2
–
¿Cómo reacciona Jesús ante aquella mujer?
Ve que sus
lágrimas son lágrimas de gratitud por su redención. Su presencia en la cena y
su aceptación por parte de Jesús sería una confirmación pública de su cambio de
vida.
Antes Jesús
había sido criticado como “un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de
publicanos y de pecadores.” Este relato confirma que Jesús es verdaderamente
amigo de los pecadores.
Jesús rompió
muchas veces las costumbres de su pueblo con respecto a los leprosos, los
mendigos, los endemoniados, los enfermos, y en general con los rechazados
socialmente.
Y trató con
especial preferencia a las “malas mujeres”, despreciadas por quienes
aparentaban ser ‘puros’.
Pero Jesús
no hace caso de los hipócritas y de quienes desprecian a los débiles y
desafortunados. Él prefiere ver a cada uno como persona necesitada, que anhela
respeto y comprensión, y trata al excluido como ser humano. En todo conflicto
Jesús se pone del lado del necesitado. Lo hizo con la adúltera, con los
leprosos, con los mendigos.
Simón se
considera “puro,” y le molesta el comportamiento público de la mujer pecadora,
precisamente en su misma casa.
Simón no ve
en la prostituta a una persona arrepentida y cambiada, y piensa para sí:
-
“Éste, si
fuera profeta, sabría quién es esta mujer, que lo está tocando: una pecadora”.
Pero Jesús
no responde con un discurso, sino directamente con una parábola en forma de
adivinanza y con un interrogante:
<Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía dos
meses de paga y otro diez veces más. Pero el acreedor perdonó a los dos. ¿Cuál
de éstos le estará más agradecido y le amará más?” (v. 42).>
Y Simón contestó:
“Supongo que aquel a quien le perdonó más”.
Jesús le
dijo: “Has juzgado rectamente”.
Pregunta 3
–
¿A quién representan estas dos figuras de la
adivinanza?
A la
prostituta y al fariseo.
A la
prostituta se le había perdonado más que al fariseo. Por eso estaba mucho más
agradecida, y explotaba de alegría y cariño por encima de toda consideración.
A ella no le
importaba llamar la atención; había sido perdonada y tratada dignamente delante
de todos.
Y Jesús se
lo dice claramente al fariseo, contrastando el comportamiento de ambos:
“¿Ves esta mujer?
Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para
los pies: ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha
enjugado con su pelo.
Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no
ha dejado de besarme los pies.
Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en
cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados
están perdonados, por eso tiene tanto amor; en cambio al que poco se le
perdona, poco ama.
Y a ella le dijo: ‘Tus pecados te han sido perdonados.
Tu fe te ha salvado, vete en paz”.
Pregunta 4
–
¿Cuál es la mayor diferencia entre la prostituta y el
fariseo?
La gran
diferencia entre la mujer y Simón es que ella, llena de amor confiado, se reconoce
pecadora y el fariseo no. Peor aún, la critica.
Jesús le
dice a la mujer, “Tu fe te ha salvado,
vete en paz” (v. 50). La fe impulsó a la mujer a venir a Jesús, y le abrió
la puerta del perdón y de la salvación.
Pregunta 5
–
¿Qué es lo más importante para estar cerca de Dios?
Lo más
importante y el primer paso es sentirse pecador, ser humilde y confiar sin
condiciones.
Por eso en
la Misa comenzamos siempre pidiendo perdón.
<Dos
amigos iban por el desierto. Discutieron y uno le dio una bofetada al otro.
Éste adolorido, pero sin decir palabra, escribió en la arena:
“HOY MI
MEJOR AMIGO ME DIÓ UNA BOFETADA”.
Continuaron
caminando, llegaron a un oasis y decidieron bañarse. El que había sido
abofeteado estuvo a punto de ahogarse, y su amigo lo salvó. Cuando se repuso,
escribió sobre una piedra:
“HOY MI
MEJOR AMIGO ME SALVÓ LA VIDA”.
-
¿Por qué escribiste antes en la arena y ahora en la
piedra?
-
El amigo le respondió:
-
Cuando alguien nos hiere, eso se puede escribir en la arena, para que los vientos del perdón lo
puedan borrar. Pero cuando alguien nos hace el bien, debemos grabarlo en piedra, para que ningún viento lo pueda borrar
y nos lo haga olvidar.>
-
Jesús perdona las ofensas y se alegra mucho con los
favores.
-
(Jesús nos invita a no dar mucha
importancia a las ofensas que uno recibe y a suprimir de nuestro corazón el
deseo de venganza.
Jesús siente
compasión, que no es lástima, sino cercanía, comprensión. Y cumple la misión
para la que ha sido enviado por el Padre: perdonar, pagar nuestra deuda.)
Pero sólo
puede perdonar el que olvidándose de su perfección, se pone en lugar del otro,
se mete en sus zapatos y se identifica con él.
La firma
auténtica del cristiano es el perdón.
Despedida
Les
invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Ahí todos nos
sentimos pecadores, pero también nos sentimos perdonados y queridos con mucho
cariño por Dios. Y nos sentimos todos como hermanos perdonados, que queremos
hacer crecer nuestra mutua amistad al calor del amor de Jesús.