“Yo soy en pan vivo bajado del cielo”
Moderador: Buenos
días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio
del domingo de hoy nos presenta algo trágico. Algunos se declaran desertores de
Jesús. Lo abandonan. No pueden aceptar lo que Jesús les propone. Pero otros se
declaran leales a Él. Es realmente una crisis.
Lectura
del santo evangelio
según
San Juan
Juan 6, 55. 60-69
NARRADOR: En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
JESÚS – Mi carne es verdadera comida y mi sangre es
verdadera bebida.
NARRADOR – Al oír sus palabras, muchos discípulos de Jesús
dijeron:
DISCÍPULOS – Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede
admitir esto?
NARRADOR – Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban,
les dijo:
JESÚS – ¿Esto les hace vacilar? ¿Y si vieran al Hijo del
hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no
sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y, con
todo, algunos de ustedes no creen.
NARRADOR – Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no
creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:
JESÚS – Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí si
el Padre no se lo concede.
NARRADOR – Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron
atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:
JESÚS – ¿También ustedes quieren marcharse?
NARRADOR – Simón Pedro le contestó:
PEDRO – Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna; nosotros creemos. Y sabemos que tú eres el Santo, consagrado por Dios.
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Pregunta 1: En el evangelio aparecen hoy los primeros desertores
de Jesús. ¿Quiénes son?
1. Los primeros desertores están en la gran masa
presente en la multiplicación de los panes. Lo quieren proclamar rey. Pero
Jesús no acepta ser rey. Más bien, se esconde. Y aquella multitud, que no ha
entendido bien su misión, se dispersa.
2. Segundos desertores. Pero algunos de sus seguidores
porfían. Entonces Jesús aprovechó para hablarles claramente de su identidad y
de su misión.
Él les ofrece el Pan del cielo, que es su carne como
único alimento verdadero para el camino hacia el Padre. Al oír esto, muchos
comienzan a dudar, inclusive los que se consideraban ‘discípulos’ suyos (Lc
10,1) y se alejan de Jesús.
Tantos se fueron, que Jesús tuvo que preguntarles a
sus 12 Apóstoles:
-“¿También ustedes quieren irse?”
Simón Pedro, siempre entusiasta y de buen corazón,
hace de portavoz de la comunidad de los discípulos que se mantienen fieles. Y
le contesta:
– “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna. Nosotros ya hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
Y se quedó con Él. Así responden los leales.
Y así respondemos también nosotros. En los momentos
más difíciles de nuestra propia vida, necesitaremos llenarnos de valor para
responder, como Pedro.
O como hicieron los compañeros de luchas del
ex-esclavo Espartaco después de su derrota. Cuando fueron capturados, el
militar romano les preguntó: “¿Quién es Espartaco?”. Y todos se levantaron
gritando “Yo soy Espartaco”, para protegerle.
Hay muchos otros casos de lealtad ante el peligro del
líder.
Pregunta 2: Estas historias son bonitas, pero nosotros, ¿somos
leales o desertores con Jesús?
Un autor anónimo escribió estos versos, en los que
habla Jesús:
Me llamas Señor y no me obedeces.
Me llamas Luz y no me ves.
Me llamas Camino y no lo andas.
Me llamas Vida y no me deseas.
Me llamas Sabio y no me sigues.
Me llamas Justo y no me amas.
Me llamas Rico y no me pides.
Me llamas Bondad y no confías en mí.
Me llamas Noble y no me sirves.
Me llamas Poderoso y no me honras.
Me llamas Justo y no me temes.
Si te condenas, no me eches la culpa.
Aquí se ve que uno es muchas veces leal de palabra,
pero desertor en la práctica.
Hay momentos en que nos tenemos que definir. Te
contaré esta historia:
Durante la Segunda Guerra Mundial los nazis creyeron matar a un grupo
de judíos, y los enterraron en una fosa común. Pero un muchacho de unos doce
años quedó vivo, y poco a poco logró salir de la tumba poco profunda.
Fue a su pueblo y llamó a las puertas de sus vecinos, que lo conocían;
pero al verlo cubierto de tierra, le cerraron las puertas.
Una mujer estaba a punto de hacer lo mismo, cuando el muchacho le dijo:
"Señora, ¿no me reconoce? Soy ese Jesús que ustedes los cristianos dicen
que aman”.
La mujer empezó a llorar y lo recibió en su casa. En ese momento
aquella mujer hizo la mejor decisión de su vida
(Félix
Jiménez, escolapio).
Amar a Jesús es
ayudar al necesitado, aun a riesgo de la propia
vida.
Pregunta 4: En el evangelio
de hoy Jesús contrapone ‘espíritu’ y ‘carne’. ¿Qué significa aquí ‘carne’?.
Dice Jesús: “El Espíritu es quien da vida; la carne no
sirve de nada”.
La carne simboliza aquí todas las tendencias naturales
o afecciones desordenadas (como las llamaría S. Ignacio). Ellas no son malas de
suyo, pues han sido creadas por Dios. Pero han sido corrompidas por el pecado
original, y hay que tener cuidado con ellas. En ellas predomina el instinto
animal, que muchas veces es egoísta, y sólo se interesa por lo de uno mismo de
una forma excesiva, sin preocuparse de los demás.
Se pueden resumir en las tres ‘P’:
-
Plata (el
dinero),
-
Placer
-
y Poder.
Las tres se pueden tener de una forma inocente y
sabia, pero son muy peligrosas, si ellas mandan en nosotros. A veces se dice que mandaba otra ‘P’,
- la de Prestigio.
En cambio, el espíritu viene de Dios, que es amor,
generosidad, solidaridad, altruismo. Dice S. Pablo: “Ustedes, hermanos, han
sido llamados a vivir en libertad; pero no la libertad que da rienda suelta a
sus bajos instintos; más bien, háganse servidores los unos de los otros por
medio del amor” (Gálatas 5, 13).
El espíritu nos da ilusión, alegría.
En la vida hay que caminar con los ojos abiertos del
espíritu, que ve más lejos, y de pronto podemos encontrar tesoros.
Te cuento esta historia:
Un agricultor estaba ya cansado
de trabajar una tierra que producía poco. Un año, la cosecha fue tan mala que
decidió vender las fincas y se marchó a la ciudad.
El hombre que le compró el
campo observó que había muchas piedrecitas blancas. Y como siempre había tenido
curiosidad por la geología, cogió unas cuantas y se las llevó a un geólogo para
que las analizara. Y resultó que las fincas encerraban un gran depósito de
minerales, necesarios para procesar el aluminio y otros metales. Así que lo
revendió a una gran empresa, y se hizo rico.
(Félix Jiménez, escolapio).
La persona superficial mira con los ojos de la rutina,
del simple mirón, del curioso, del que se convierte en desertor ante la primera
dificultad, es decir con los ojos de la carne.
La persona profunda mira con los ojos de la
superación, de la fe, de los leales, del espíritu, del ‘Magis’ ignaciano,
siempre listo para buscar lo mejor.
Pregunta 5: ¿Hay alguna crisis parecida en el Antiguo Testamento?
La 1ª. Lectura
de hoy (del libro de Josué) nos habla de una crisis en el pueblo hebreo.
Los israelitas comenzaron a adorar muchos dioses
falsos cuando iban hacia la Tierra Prometida. Josué les obligó a definirse en
Siquén. Y ellos, siguiendo su ejemplo, gritaron:
“¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses!
Porque Él es quien nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de
Egipto” (Jos 24, 16-17).
Así debemos reaccionar ante las crisis de hoy contra
lo religioso y la Iglesia. El problema hoy en muchos no es el ataque frontal
contra Dios, sino el prescindir de Él, no dar importancia a lo cristiano, serle
indiferente, pensar que hay cosas más importantes que Jesús.
Despedida
Les invitamos a la Eucaristía, sacramento del amor,
que lo celebramos en familia, la familia de Dios, donde todos somos hermanos e
hijos adoptivos del mismo Dios.
Hemos elegido a Jesús, a quien le decimos, como Pedro:
-“¿A quién
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Y Jesús nos responde: “Ustedes me han elegido: vengan
a Misa, aunque esto sólo no basta. Debemos ir también a ayudar a los más
necesitados”. Como decía S. Ignacio: “En
todo amar y servir”.